lunes, 3 de marzo de 2014

Un encuentro con la resignación

Con la boca tirada al suelo cual árbol caído en medio del bosque y un infierno ardiendo en los ojos tras el mar que se desborda por los mismos; sentado en una inconformidad que parece instalarse en lo más profundo y que nada tiene que ver con cantidades; rodeado de ruidos interminables que hacen desear echarse al silencio eterno; así llegó la vida una noche para anunciar que no se iría, que toda la vergüenza de mi alma provocada por la sola esencia de ser persona viviría para siempre, el siempre que dura toda una vida. 
No pude más que encender la lumbre y preparar un té, me senté a la mesa con una mujer de mejillas rojas y labios partidos. De pronto, sin que nadie se lo pidiera, comenzó a hablar de lo difícil que era existir siendo Resignación Pura, respirando nada más que lo que se debe, caminando a las horas acordadas, apegándose a lo que todos quieren, hacen, dicen, piden, sin importar cuan absurdo resulte al final del día. El té se enfriaba y ella hizo una pausa para beberlo, pues no quedaba de otra. 
Así como si nada, abrí la boca para preguntarle quién era su mejor amigo; aventó un profundo suspiro que me hizo pensar que no tenía a la mano un nombre, hasta que de pronto dijo no saber si tenía amigos o verdugos que le obligaban a existir. Pensé que hablar de placeres animaría un poco el ambiente, pero mi acompañante más se sumergía en la melancolía; hasta que de pronto soltó una mueca de sorpresa, y como quien descubre de nuevo la penicilina dijo, lo único que disfruto es ese breve instante en que me vuelvo humo, aquellos momentos en que un sueño se lanza al aire y se vuelve posible por un instante, aunque lo lamentable es la fuerza con la que regreso al cuerpo soñador, es como si una estampida de alces atropellara la esperanza. Pude ver el fenómeno por mi mismo, pues mi compañera vivió fielmente su relato al expresarlo, ella misma tuvo un efímero instante de ilusión, sólo para caer en la cuenta de que aquí seguía.
El té se acaba, y la mirada ausente de ambos hace eco en todas las paredes de la habitación, yo quería ser muerte para ayudarla, quería ser casi cualquier cosa, menos su testigo, pero ahí estaba, sentado, con la bolsita de té metida en la taza, sumergida en el último charquito que se presumía más frío que mi alma en semejante compañía. 
Era tarde, aunque ninguno estaba seguro para qué, pero la expresión del tiempo nos había sido claramente impuesta para saber que la oportunidad se había ido, podíamos estar seguros de eso pues teníamos la maldición de la conciencia que nos ayudaba a entender que en esta vida vienes a hacer lo que está escrito. 
Te cuento mi sueño - le dije - Para qué - me respondió - Pues nada más, por charlar, anda que casi nunca lo cuento - No me interesa - Por qué - Porque no tienes intención de hacerlo realidad - Pero qué es la realidad, tú que sabes si no es como cerrar los ojos y ver pasar frente tuyo las imágenes de aquello que deseas, eso puede ser realidad - Sigue intentando cambiar las reglas, quizá un día despiertes en el bosque volando desnudo - Ya me ha pasado - Mentiroso - No en serio, quieres escuchar la historia - No, no tengo ánimo de ilusionarme - Pero si no son ilusiones, es la pura verdad - No es posible - Por qué no - No voy a responder eso, tú saber mejor que nadie que eso no es posible - Yo no sé nada, mira, nada nadita, ni mi nombre, menos el tuyo - Tú sabes más que nadie - Quién es ese - Deja de jugar - Pero si ni jugar sé - Que barato sale platicar contigo - Lo dices por la botana - Definitivamente, mira que te extrañaba, nadie desvaría como tú - No estoy desvariando, anda que te muestro ahora mismo - Ya te dije que no, por qué mejor no traes más té - Ya no hay té, quieres otra cosa, una berenjena quizá - Pero para qué voy a querer una berenjena - Yo que sé, uno nunca sabe cuando alguien más quiere una berenjena - En eso tienes razón, pero no, no quiero una berenjena, quiero más té - De berenjena?....