domingo, 6 de diciembre de 2015

Él, el loco

Su historia recorrió muchas bocas y fue construida por muchas mentes, incluso las de quienes jamás le vieron, era llamado como muchos hombres en el mundo "el loco". Era un loco muy peculiar, cuando yo escuché de él, se encontraba ya internado en un centro de cuidados especiales, decía el personal que había días en los que nadie entendía por qué estaba ahí, estaba completamente lúcido, era amable y solidario, tenía buena charla y podía opinar con coherencia sobre muchas cosas, ayudaba a otros internos y era muy paciente, incluso, en alguna ocasión, los visitantes llegaron a confundirlo con parte del personal. Decían que era buen actor, y por eso se hizo tan difícil establecer un diagnostico y dejarlo ahí dentro, un poco el asunto es que jamás lograba sostener su cordura, tarde o temprano llegaba el día en que se desconectaba del mundo y todo era diferente. 
Andrea, una enfermera que atendía en su pabellón, solía observarlo con detenimiento, así fue como aprendió a anticipar sus crisis, pudiendo reconocerlas hasta un par de días antes de que sucedieran, solía decir que él daba pequeños signos, miradas, formas de respirar, movimientos sutiles con su cabeza y con sus orejas, ella había observado mucho y poco a poco fue también resolviendo aquellas cosas que le permitían cierta calma en medio de la tormenta. 
Era un loco interesante, pudiéramos decir que tenía cierto talento o encanto, nadie le tenía miedo, aunque sí algo de pena. Había empezado como muchos, siendo visitado por sus seres queridos, y como muchos, también, había sido abandonado al paso del tiempo. Era normal y todos entendían en este mundo, que ir a pasar tiempo con un loco no era algo productivo, ni prioritario, todos tenían cosas qué hacer, y si acaso fuera por morbo, pues pasado el rato se quita lo interesante. 
Dicen que había sido un hombre muy productivo y exitoso, que tenía una inteligencia algo especial, no sobresalía lo suficiente como para ser un genio de nuestros tiempos, pero si era capaz de resolver y comprender muchas situaciones de una manera profunda. En aquel entonces, era orgullo de su familia, amado proveedor y generoso compañero, hasta que la locura les arrebato todo... 
En sus días de crisis solía quedarse en la cama muchas horas, y si, a veces días, no hablaba con nadie y pocas veces lograban que tomase alimento, a veces lloraba, otras tantas tenía conversaciones en solitario moviendo las manos y la cabeza, y cuando se quedaba dormido, parecía que sólo tenía pesadillas, pues su sueño era agitado e intermitente. No le gustaba que lo tocasen y parecía tenerle miedo a todo y a todos, solamente había un "amigo", un interno más del pabellón que lograba acercarse un poco y sentarse junto a él en silencio, era casi mágico ver cuando en un descuido, nuestro loco tocaba a su acompañante apenas con un dedo. 
Un día, en medio de una crisis, con nuestro loco sentado en el suelo de su habitación, con las rodillas encogidas en señal de un temor extraordinario, Andrea, la enfermera, decidió intentar algo a expensas de las autoridades del centro de cuidados, quienes seguramente lo hubieran prohibido al considerarlo peligroso, apenas y se asomó a la habitación, y antes de que el loco empezara a gritar, llorar o sacudirse, le dejó en la puerta, sobre el piso, varias hojas blancas y una pluma; él encogió las cejas sin entender, y se quedó alerta durante largo rato, a pesar de que ella se retiró de inmediato. Cuando por fin se sintió seguro, se acercó  lentamente a las hojas, y junto con la pluma, las llevó hasta donde estaba. Poco a poco se fue decidiendo a experimentar con aquello, no sin dejar de mirar a todos lados como quien espera que alguna trampa detone en cualquier momento. Finalmente, con un aire de travesura, abrió la pluma y en la primera hoja hizo toda cantidad de garabatos sin sentido, lo mismo en la segunda y la tercera. Al llegar a la cuarta hoja parecía mucho más tranquilo y menos excitado, así que comenzó a formar palabras, al principio, la letra era totalmente ilegible, era como si su mano no consiguiera alcanzar el ritmo de su mente, así que sobre el papel quedaron trazadas líneas que simulaban palabras, peor aún que en una receta de hecha por cualquier galeno. En aquella ocasión, el episodio de crisis transcurrió con más calma, y no podemos estar seguros, pero se especula que duró menos de lo que podía. 
Para momentos siguientes, Andrea había decido experimentar con colores, y el loco a veces los recibía bien y otras veces salían volando por el pasillo como si representara la mayor ofensa en la historia de la locura, pero eso sí, la pluma era siempre bien recibida. Pasó mucho tiempo para que los médicos se enterasen de las acciones de aquella intrépida enfermera, y aunque la reprendieron por el riesgo tomado, se sintieron sorprendido al ver que el loco estaba empezando a escribir cosas que podían tener algún sentido, y que incluso, resultaban muy interesantes y entretenidas para algunos de ellos (los más locos quizá). 
En un momento de lucidez, el loco llamó a Andrea al jardín y le pidió charlar, estuvieron ahí sentados durante un rato mientras el le decía que por favor no permitiera que perdiera su locura, que era lo único que le hacia estar a salvo, que al estar loco, la gente olvidaba ciertas convenciones sociales y se mostraban auténticas, quien era de naturaleza amorosa, expresaba su amor, quien era violento lo dejaba ver, hasta llegaban a confiarle lo inconfesable, porque al fin de cuentas "quién iba a creerle a un loco". Él decía que el mundo está distorsionado por la necesidad de los hombres de ser "amados" o reconocidos por otros, por ser los buenos del cuento, por tener aprobación y librarse de las culpas, que las personas no solían mostrarse por temor a ser rechazadas, así que vestían sus diferentes máscaras y uno nunca podía saber cuál era la realidad, que eso lo había vuelto loco, nunca saber qué cosa era verdad. Pero que, cuando finalmente perdió la cordura, todo empezó a revelarse y él había conseguido una serenidad extraordinaria, que su consciencia del mundo se ampliaba cada día y lograba aceptar todo aquello que estaba viviendo, incluso la soledad en que se había quedado y el rechazo que vivía por parte de un mundo que valora la vida en años productivos. 
Nuestro loco, siempre estuvo loco, vivió y murió loco, con el tiempo logró algo increíble, escribía, pintaba, ayudaba en el centro, meditaba y vivía sus crisis acompañado de sus hojas y su pluma, con tanta naturalidad que no eran necesarios cuidados especiales; eso sí, jamás estuvo listo para volver al mundo, jamás logró librarse de la idea de que el mundo era todo un simulacro y que no sobreviviría si ponía los pies fuera de aquel lugar seguro. Su historia fue bastante breve, un día, con los labios secos, su corazón se detuvo y en la despedida le regaló a Andrea una última mirada de agradecimiento, una mirada que decía quizá "gracias por las hojas, por la pluma y por dejarme vivir loco para siempre". 
Su ausencia dejó un vacío que no logró superarse hasta que el personal del centro fue cambiando por quienes ya no le conocieron y los demás pacientes fueron dados de alta o, al igual que él, dejaron ese mundo en medio de su  locura. En las librerías se pueden conseguir los ejemplares de algunas de sus obras y las pinturas adornan las paredes del centro y las casas de algunos "amigos" que había logrado tener en aquel reducido y "seguro" mundo, yo mismo conservo uno que me entregó aún sin saber mi nombre, "toma, es para ti, te lo doy porque tienes cara de camello" me dijo, y yo sólo pude sonreír y decir gracias, de alguna manera, su presencia intimidaba tanto como te podía hacer sentir cómodo y seguro, él por completo era la más grande dualidad que he conocido. 

sábado, 21 de noviembre de 2015

Una historia definitivamente real

La siguiente historia es, definitivamente real. 

La vida me ha dado una gracia maravillosa, algo que puedo considerar un regalo divino, y lo veo así por el efecto que tiene en mi vida. Eso que les comento, es la gracia de tener belleza en la mirada, y no es vanidad, aunque ciertamente tengo lindos ojos y una mirada encantadora (modestia aparte), hablo de la posibilidad de ver la belleza en todos los rincones que se me atraviesan y para muestra, compartiré un día cualquiera, el día de hoy. 

Desperté antes que sonara la alarma del teléfono, lo cual para mí ya es un regalo, iniciar el día desde la voluntad de mi cuerpo y no desde un sonido de fuera que me arranca del placer del sueño, así que el primer punto de la mañana estaba ganado. Abrí los ojos recordando haber soñado con un ser amado con el que ya no puedo compartir físicamente, pero que me dejó tantos bellos recuerdos y cariño, que el soñarle es sentir su cercanía desde donde quiera que se encuentre, es como si viniera a visitarme, a decirme, aquí estoy, aquí sigo, aún podemos reír e inventar un nuevo lenguaje. 

Generalmente despierto con sed, así que tener una botella con agua fresca a la mano es uno de mis primeros placeres del día, debo confesar que el primer trago es definitivamente glorioso, es como si lloviera dentro de mi cuerpo y la vida despertara, lo recuerdo y suspiro sintiendo el gozo que me produce ese simple detalle. 

Para seguir con el agua, un buen baño con agua a la temperatura que se antoje, siempre anima, es como si el agua arrancase de mi cuerpo los restos de algunas cargas que a veces se acumulan de las situaciones de la vida, es como una renovación cotidiana, una posibilidad de renacimiento en algo bastante simple, y puedo decir que hoy particularmente, he disfrutado del chorro, pues la regadera tiene la cantidad y presión de agua que me gusta sentir Además de eso, frotar mi cabeza a la hora del shampoo es una delicia, es como regalarme una caricia, un brevísimo masaje, un apapacho de mí, para mí, y si soy honesto, tengo la manía de disfrutar las formas que dibuja el shampoo en su caída sobre mi mano. Hoy me detuve a ver el agua caer sobre mi cuerpo y me regalé un momento de contemplarme desde una perspectiva que sólo yo tengo de mí y que confieso, me gusta mucho. 

(En este momento me detuve a ver las letras y me di cuenta del placer que estoy sintiendo al escribir, al ver cómo las palabras se van formando y además, percibí mi sonrisa al estar reviviendo los detalles hermosos de mi día). 

Salí del baño y me alisté frente al espejo, les cuento que después de muchos años mirando con desconcierto mi cuerpo, he llegado a un punto donde me gusta regalarme miradas de amor, sonreírme, bailar conmigo y además, vivir con todos mis sentir ese momento en que cuido mi cuerpo, aunque sea lo mínimo. Siempre me ha gustado elegir mi ropa e imaginar cómo quiero verme ese día, y al final de ese proceso, me regalo un coqueteo y me acaricio el alma desde el gusto que siento ahora por mi cuerpo. 

Cuando finalmente salí, la temperatura era perfecta, ese fresco que permite respirar y que invita a caminar porque sabes que no vas a sofocarte. Sentí mis pasos, experimenté mi postura, jugué con mis ritmos, salí completamente decido y tomé las calles mirando los detalles de las construcciones y sintiendo una gran pasión por el paisaje que me rodea. me encuentro rodeado de cerros plenos del verde de los árboles que los cubren y que son constantemente acariciados por las nubes, al mirar ese escenario, imaginé mi siguiente vida y me sentí feliz. 

Caminar es algo que me gusta mucho, me encanta caminar, sentir el suelo debajo de mis pies, observar como mis pisadas hacen contacto y hacer variaciones que me permitan sentir, experimentar. Así que caminé felizmente, con tiempo suficiente para llegar a mi destino; y cuando me di cuenta, estaba perdido, empecé a reír, porque es una costumbre mía la de perderme, así que ya disfruto cuando me sucede. En el camino vi unos vendedores de flores y decidí comprar unas rosas rojas y unos alcatraces para regalar a mis amigos, así que, a partir de ese momento, caminé perdido con un ramo de flores en la mano, me sentía maravillo, gozaba pensando en la imagen de mí. Di algunas vueltas tratando de corregir el rumbo con la única manera que tengo de ubicarme, mirar hacia todas partes y decidir un camino, el que le resuene a mi instinto, o a mi corazón. Seguí caminando por las estrechas calles con las casas de ventanas hasta el piso, donde imagino historias de amor y chismes cultivados a través de los barrotes. Vi de reojo el patio de una vecindad con banderitas de papel colgadas y sentí que era mágico recorrer lo que tantas veces vemos en fotografía. 


De pronto, en el sueño, como petrificada, vi una mariposa con sus alas extendidas, serena, como pensando a dónde ir, me detuve a verla y me agaché para tomarle una foto, sonreí al verla posando y le di las gracias por hacerme sentir magia y belleza. Seguí caminando, gozando la sensación de estar perdido. 

Volví a mi punto de partida y decidí una nueva ruta, seguía con las flores en la mano y la sonrisa en mi rostro de pensarme perdido en una ciudad tan bien organizada. En fin que justo a tiempo, después de experimentar otro breve extravío, llegué a mi destino, abrieron la puerta y me recibieron con una certera broma, y escandaloso como soy, solté la carcajada y entregué las flores a la dueña de la casa que me regaló un abrazo suave y cálido. 

Empecé a prepararme para trabajar cuando de pronto escuché un llamado a la mesa, "deja el trabajo, vente a desayunar, ándale, deja eso ahora y siéntate a la mesa", sonreí, dejé la computadora, levanté las manos en señal de rendición y me senté a disfrutar de un plato de fruta, jugo fresco de naranja, un tamal delicioso y unos frijoles negros con chorizo. Y además de eso, escuchando anécdotas, compartiendo la mesa y viendo cómo los platos y sartenes pasaban de un lado a otro. Atendido, cuidado, querido, consentido, me sentí tan agradecido de estar con parte de esa familia elegida, que levanté mi corazón al universo y me puse en paz. 

Pronto se llegó el momento de trabajar, así que apresuré el paso y me dispuse a escuchar la interesante historia de una persona extraordinaria, a quien admiro por su serenidad, su calma, inteligencia, nobleza; me sentí agradecido de tener como proyecto de trabajo, la oportunidad de saber un poco más de personas que me han regalado esperanza. Escuché atentamente, descubrí cosas nuevas, me sorprendí, y además de eso, tenía a la mano un delicioso café calientito, que acompañaba perfecto el fresco de la mañana. 

Terminé mi labor y decidí salir a caminar por las calles de la ciudad con una amiga, una persona por demás brillante, amorosa, divertida, comprensiva, qué puedo decir, un regalo de vida, un encuentro de espíritus mágico y nutritivo, un lugar cálido y seguro para mi corazón. Tomamos las calles a paso tranquilo, platicando de nuestras vidas, afectos, ideas, preocupaciones, reflexionando sobre nosotros, riéndo por tonterías y mirando los detalles del camino. Llegamos a un parque al pie de un cerro y entre los árboles, las bancas y todo lo demás, pude ver unas pequeñas casitas de madera para los pajaritos, me resultaron muy curiosas e imaginé el detalle con que las hicieron y lo que pensaba la persona que decidió ponerlas ahí, además, puse con mi imaginación, una gran variedad de pájaros como huéspedes de aquellas diminutas construcciones. 

Como en todo parque, pasamos por los puestos y el antojo de unos churros se apoderó de mí, doraditos y con azúcar, me supieron a gloria y los disfruté hasta que ya no pude más. Mi amiga se compró algo a lo que llaman "papa extranjera", cosa que yo no conocía y que tiene una forma, color, textura y sabor muy curioso, se llama papa, parece jengibre rojo y sabe a jícama, fue toda una experiencia, algo nuevo que probé, me sentí contento, además de saber que era la golosina de muchos niños desde hace años en este lugar. 

De regreso, pasamos al restaurante de la familia y me invitaron un vaso de limonada, fresco y delicioso, de inmediato me transporté a tantos años de mi vida con la limonada como parte de mi día a día, llevarla a la escuela y tenerla siempre en el refrigerador en casa de mamá. Era como beber recuerdos gratos y refrescantes. La charla siguió, las risas, reflexiones, los cariños y después, una deliciosa crema de chayote, qué bárbaro, la gracia de ésta familia para cocinar, es de lo mejor que he probado en la vida, hasta la sopa de verduras. Comí delicioso, casero, calientito. 

Ya para la noche, se reunió más familia, debo confesar que estoy en un espacio donde me siento querido, valorado, apapachado. Así que estaba siendo atendido, abrazado, recibiendo el cariño de personas que me dicen "me da mucho gusto verte", "la próxima vez te quedas aquí", "cuando vayas por allá, me visitas, te voy a dar de comer", son detalles, son cosas tan sencillas, son formas en que las personas dicen "te quiero". De nuevo a la mesa, con la familia ampliada, me ganó el antojo de la cena que estaba comiendo el dueño de la casa, frijoles, arroz blanco y un huevo estrellado con la yema tierna, qué puedo decir, el cielo mismo en un plato. Cené riquísimo y empezaron las anécdotas, risas plenas, toda la mesa era un escándalo maravilloso, compartir, bromear, reflexionar, aprender, aceptar y nuevamente estallar en carcajadas. Yo miraba al rededor y pensaba en lo afortunado que soy de ser recibido en espacios donde, si bien no me llevó la sangre, si el corazón. 

A la mesa los cigarros, no soy un fumador constante, pero de pronto el antojo en aquel escenario me hizo disfrutar de un par mientras seguía la charla, con eso y un vaso de azúcar líquida con hielo, pasé el rato sintiéndome como en un profundo y prolongado abrazo del universo. 

Para cerrar la noche y una vez habiéndome despedido, caminé de nuevo, está vez bajo la típica lluvia fina que apenas y dibuja brillos en la ropa, pero que si te descuidas, terminas empapado. Fui por la calle como quien tiene un acuerdo de paz con la vida, sonriente, contento, pensando en aquello que había escuchado estos días, "lo único que vale la pena en la vida son los afectos", y pensando que tenía que aprender a soltar tantas cosas, que soy realmente afortunado, que aquellos espacios eran como un regalo y que mi corazón sentía emanar energía cargada de amor, que la vida es esto y que yo tenía tanto, que disfrutaba tanto, que era merecedor de ese amor que recibía y que tenía el gusto de poder compartir el amor que yo tengo conmigo. 

Y ahora estoy aquí, en pijama, en una noche fresca, reviviendo con mis letras muchos de los regalos de este día, disfrutando escribir, conversar con amigos y emocionado por leer al menos una página de mi libro recién inaugurado, el cual encuentro muy emocionante, de esos que parece que me eligen y me hablan en el momento preciso. 

Por ahora, no puedo continuar escribiendo, la emoción me tiene muy ansioso por ir a leer y mi cuerpo empieza a relajarse como pidiendo pronto irse a descansar. He decidido que ni siquiera voy a revisar si hay errores en el texto, no por ahora, quizá luego disfrute volver a leer y haga los arreglos pertinentes, por el momento, les dejo un abrazo y deseo que todo les vaya de la mejor manera. 


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Al final todo tiene un costo

La soberbia te aleja del propósito que te tiene aquí. 
- ¿Por qué lo has hecho?
Se escuchó detrás de las cortinas que separaban la cocina del resto de la casa. Era una construcción simple, donde algunos espacios estaban revueltos y otros apenas diferenciados por una tela o por el entendido compartido de lo que eran. 
- No hay una razón, no hubo intención... 
- Aún sin intención, según lo dices, el precio se paga siempre
- Me queda claro
Después de la breve conversación, que aunque no lo parezca, no estaba cargada de nada más que la necesidad de entender, de ir un paso más allá de la conciencia presente, se dieron las instrucciones a seguir... 

Tendrás que dejarlo todo, tomarás sólo aquello que te sea esencial para sobrevivir apenas unos días, y emprenderás camino, andarás con rumbo a la montaña que se ve a lo lejos, no importa el paso que lleves, cada pisada será el camino, cada vez que tus pies toquen el piso y te coloquen en un nuevo espacio, estarás venciendo una meta, te estarás conquistando brevemente. 

Un buen día, se terminarán tus provisiones, pero no te puedes detener, mucho menos regresar, deberás aprender a resolver sobre la marcha tus necesidades, y aprenderás a economizar tu energía, volverás a lo básico, andar el camino te mostrará lo que realmente necesitas y aquellas cosas que son prescindibles. No te preocupes, siempre encontrarás la manera, aún en los momentos más desesperados, hasta que entiendas que la desesperación, la preocupación, la culpa y la angustia, carecen de sentido, un día, cuando recorras en tu mente el camino andado y mires lo que aún falta, decidirás soltar y andar libre y caminar tu presente, sabiendo que todo es pasajero, el hambre, el dolor e incluso las maravillosas vistas y aromas con que has de encontrarte; lo único permanente será lo que aprendas, lo que guardes en tu corazón y conviertas en historia, en parte de ti, lo que te funcione para ser feliz en tu camino. 

Avanzarás lo necesario, lo suficiente, hasta sentir que llegas, y aunque no lo sabrás en ese momento, no habrás llegado, llegar será la fantasía que te sostenga para tomar el siguiente respiro. Cuando estés en la montaña, buscarás una cueva, no importa nada, solamente que te haga sentir cómodo, seguro, que sientas que es tu espacio, puedes considerar lo que gustes con tu mente, pero tu hogar deberás construirlo con el corazón. Una vez en la cueva, aprenderás a respetar el espacio, será el lugar en donde estés y te refugies, pero no será tuyo, ni tú serás de él, la cueva es un sitio más que tarde o temprano tendrás que dejar. 

Permanecerás en la cueva hasta que todos los que ahora te conocen y te aman, te hayan olvidado o que al emprender su propio camino, no hayan podido llevar más tu presencia consigo, experimentarás la más cruda soledad, y vas a llorar, vas a sentir que te arrancan toda la piel y todo perderá sentido por un instante, tus lágrimas van a invadirlo todo, incluso sentirás que tus huesos lloran, y cuando lleves varios días sin dormir y sin comer, cuando el dolor te haya matado toda esperanza y toda expectativa, empezarás a respirar lentamente, sentirás como tu alma regresa poco a poco, y una calma extraordinaria y completamente nueva te invade, te llena por completo la más grande paz, no habrá otro momento en que te sientas más tranquilo, habrás perdido el apego, todo lo que exista en adelante, todos tus vínculos, irán más allá de la posesión y la necesidad, cada despedida será para siempre y cada reencuentro te llenará de alegría como una primera vez. Aprenderás a estar agradecido por cada momento y sabrás como dejarlo ir, nadie será tuyo, y tú no serás de nadie. 

Para cuando sea tiempo de seguir caminando, tu cuerpo habrá cambiado, nadie podrá reconocerte, serás para siempre un desconocido sin historia, y no hablarás con nadie de tu pasado, es más, no hablarás contigo, ni con el cielo, de lo que has vivido antes, serás un hombre nuevo, engendrado del aire, construido de tierra, en tus venas correrá agua y tu espíritu será fuego. Aprenderás a ser diferente y a observar la diferencia; dejarás tu cueva, pero la llevarás para siempre contigo, cambiarás de camino, pero fructificará en ti cada paso que has andado... 

- Ese, querido amigo, es el costo de lo que ahora pides... el camino es infinito y no hay destino, no tienes que pensarlo mucho, siempre se puede cambiar de senda, pero con cada paso formas un camino diferente, nada mejor, nada peor, simplemente diferente, y todo se vale, ten eso presente, no hay peros, no hay reclamo, tu vida es tuya y lo maravilloso es que conozcas en cada momento las opciones, todas, y sepas que eres libre para elegir, al final, todo tiene un costo. 


lunes, 2 de noviembre de 2015

El último respiro

Regresó de aquella caminata de treinta años, había puesto sus pasos en cada sitio que le habían esperado e incluso en muchos donde jamás lo pensaron. Al paso de los años había perdido muchas cosas de las que pueden tocarse y ganado unas tantas de las que nadie podía si quiera ver. Después de andar tantos zapatos, resolvió que sólo quería usar aquellos que fueran cómodos para andar, pues no sabía detenerse, el vestuario elegido era lo que le había quedado, suficiente para protegerse del frío si era necesario, y bastante suelto como para respirar y moverse con libertad, incluso podía quedarse dormido así, y nada lo lastimaría. 

Había aprendido que para sobrevivir necesitaba suficiente agua y dormir de vez en cuando, la comida solía ser algo secundario, aunque de pronto el hambre se volvía insoportable. Como se podrán imaginar, caminaba solo, todo aquel a quién había conocido, a quien había llamado hermano, madre, amigo o amor, se habían quedado en alguna parte, en el sitio que cada quien tiene que ocupar; era por eso que decir que "regresó" era realmente una ironía, nunca había vuelta, quizá anhelo, pero jamás retorno. 

Los años  parecían de pronto tantos y tan pocos, las vidas que pasó quedaban lejanas y a veces daban la impresión de que estaban ocupadas por personas totalmente diferentes, cómo comparar al infante que canta montado sobre una bicicleta creyendo que un Gran Danés es un monstruo, con el adolescente preocupado por el sonido de sus pantalones a la hora de planear el escape, y con el joven que podía recorrer las madrugadas acompañado de un perro callejero que ni siquiera quería comida, tantas vidas había vivido, tantas que podía sentarse los siguientes treinta años a contar historias sobre todas esas aventuras, y sin embargo, una de las lecciones que quedaban por aprender, era el silencio. 

De entre tantas contradicciones sacaba por conclusión su siguiente paso, así que acercó un banco que le recordaba al que tenía su abuela, ese en el que pasaba las tardes pensando que el cielo era en realidad la pared del estómago de una ballena, y emprendió la misión que seguía, hilo a hilo tejería con sus propias manos la piel que debía portar para ser amado. Punto por punto marcaría los cortes y costuras exactos como lo aprendió en su andar, sin importar cuánto le tomara, estaba decidido a dejar de ser para entonces ser, convencido de que valía la pena, quizá era ya bastante grande para seguir teniendo amigos imaginarios y sueños imposibles. En su cabeza resonaba su último deseo, "dormiré un día y al despertar seré aquel, vestiré su ropa hasta que se encarne en mi piel, usaré su nombre hasta olvidar el mío y cambiaré la mirada de mis ojos hasta que un alma nueva me habite, perderé la curva de mi espalda y el hábito de olerlo todo, sumaré a mi voz el tono que de mí se espera y mi respiración sólo tan profunda como sea necesario, renunciaré al escalofrío que me recorre cuando me aborda un sentimiento y no volveré jamás a sentir como mi pecho estalla, conseguiré esa anestesia con la que es posible andar como vivo y los lentes que reducen la posibilidad de identificar tantos colores. Jamás vestiré de amarillo, ni volveré a correr en los pasillos de las plazas, cambiaré la guerra de comida por una reservación en algún sitio donde sirvan buen vino, no pintaré las paredes, ni jugaré a ser una pantera cuando estoy en el sofá, no andaré por las calles alucinando que tengo algún súper poder, ni lloraré las noches de luna pensando en aquellos lobos que tuvieron que volverse hombres. Reservaré la poesía como un tema de cultura y la música no hallará más el camino hasta mi alma, no buscaré formas en todo tipo de manchas, ni lloraré cuando muera una ilusión". 

El sueño de todo  hombre es el de ser amado, el amor se convierte en la paradoja más grande de la vida pues somos capaces de arrancarnos la piel y el alma a pedazos para lograrlo, siendo que la esencia del amor está en la posibilidad de que un otro disfrute de nuestra existencia tal cual es, se goce en la posibilidad de nuestra vida, y en la libertad del amor, ser y nada más. Y sin embargo, vamos por la vida mutilados por el deseo de cubrir las expectativas, sin saber que le apostamos al imposible más grande de la historia, satisfacer el deseo humano. Veamos si no, lo que hacemos con el mundo, no importa cuando bello y perfecto sea, cuan generoso con todo lo que nos ofrece, no interesa, no es lo que pensamos que sería, no es como debe ser, no es como nos gustaría, no es lo mejor para nosotros, simplemente no es. Así vamos por la vida, queriendo ser lo que no somos, para vivir la fantasía de quedarnos y de que alguien por fin se quede, así es como renunciamos a la única posibilidad de experimentar el amor, pues amor con amor se paga, y no para conjugar el verbo amar, sino para entregar la única oportunidad de experimentar el amor, sacrificamos al único que puede darlo y recibirlo, uno mismo, yo mismo, tú mismo, así, tal cual somos, porque juntos hemos construido un mundo del que ya no podemos escapar. 

domingo, 11 de octubre de 2015

La visita

El aviso

El joven invitó a una señorita de México, y no me dijo mucho sobre ella, pero en sus ojos se veía un brillo especial. No es que sea un mal hombre, pero suele ser muy indiferente con las mujeres, aunque pueda ser caballero, al final termina pareciendo un témpano de hielo, es frío y no se deja tocar; yo siempre he pensado que está muy lastimado y eso lo asusta. Conmigo suele ser muy amable, y en general es generoso y solidario, pero cuando se trata de mujeres, es como si en su cuerpo tuviera un esqueleto de imán que las aleja en cuanto pretenden llegar a su alma. 
Sin embargo, ahora, con la visita de la señorita, vi como si su centro se hubiese llenado de calor, seguía asustado, pero no dejaba de irradiar una felicidad acompañada de algo más que no sé cómo pueda llamarse, es como si la señorita trajese consigo algo que a él le hace falta.
Mientras la esperaba, intentaba parecer desinteresado, pero me pidió muchas cosas en su departamento en las que usualmente no ponía tanto cuidado. También pude notar que estaba muy interesado en los planes, me daba la impresión de que quería mostrarle todo lo mejor de la ciudad (o de sí mismo).
Así que al ver todo eso, era fácil saber que la señorita era una persona muy importante en la vida del joven, yo tenía mucha curiosidad por saber cómo era la persona que le devolvía el calor a su alma, que lograba que su luz cambiara de color y que abriera su corazón. Estaba contenta por el joven, aunque pensaba que eso lo hacía frágil, yo siempre había podido ver su corazón como el de alguien con mucho amor, pero lo escondía bastante bien y eso lo hacía sobrevivir, ahora se veía expuesto, y eso a veces es peligroso.

La llegada

La habitación del joven parecía camerino de modelo el día que finalmente iba a llegar la señorita, había camisas, pantalones y zapatos por todas partes, así que cuando el joven finalmente se decidió, me pidió que le ayudara a recoger todo, así lo hice, mientras pensaba en cuánto se estaba esmerando y lo nervioso que parecía. Yo creo que mi esposo jamás se probó más de una camisa para salir conmigo, pero es algo que quizá no puedo saber, así como tal vez la señorita no sepa jamás con cuanto entusiasmo es esperada.
Varias vueltas a la casa bastaron para salir, su mirada al despedirse de mí era como si estuviera pidiendo alguna bendición; yo lo veía pensando en que quizá ese sería el día más importante de su vida, tenía dibujada en el rostro una sonrisa que no le conocía, estaba lleno de ternura o algo parecido, y decido a causar buena impresión. Así que cuando salió de casa lo miré y le dije “hijo, te irá muy bien, es imposible ignorar el amor con el que la esperas”, no sé si fue demasiado, porque lo vi palidecer por un segundo y enrojecer al siguiente. Finalmente se fue corriendo y al poco rato me fui yo también, dejando bien acomodadas las flores que él mismo había comprado.

Ese brillo

No había tenido oportunidad de coincidir con la señorita, pues llegó justo cuando yo tomaba un descanso para estar con mi familia; así que desde casa estaba pensando en cómo seguiría el encuentro, el joven no me había dicho cuánto tiempo se quedaría la visita, así que no estaba segura de tener oportunidad de conocerla.
Llegado mi día de regreso, al abrir la puerta todo se sentía diferente, las flores aún vivas, habían soltado todo su aroma y su dulzura se cruzaba en espiral con el olor de café recién hecho. Aquel espacio se sentía diferente, con aire femenino, generalmente ausente; supe entonces que ella seguía ahí y que su fuerza y energía tenían la capacidad de extenderse y tocarlo todo.
Empecé a hacer mis cosas y no tardando se escuchó ruido en la habitación, apenas y se distinguían los susurros y sin embargo, era muy fácil percibir algunas risas; sonreí, pensé que el joven estaría feliz.
Cuando se abrieron las puertas, salió la señorita acomodándose el cabello y con una amable sonrisa me dio los buenos días, desde el primer instante pude ver su brillo y lo comprendí todo, ella era un ser mágico. Respondí el saludo y ofrecí mis atenciones. De inmediato se asomó el joven saludando, parecía un hombre nuevo, radiante, lleno de luz. Entre pláticas empezamos a planear el desayuno y, aunque ambos se ofrecieron a ayudar, yo preferí que ellos siguieran disfrutando de sí mismos, pues parecían una bendición el uno para el otro.

Futuro incierto

Hasta donde  parecía, la señorita tenía ya una vida hecha en su país, su carrera y todo lo que había construido estaba allá, así que debía, en algún momento volver. Así que la pregunta era, cómo podían separarse, incluso por qué estaban haciendo sus vidas separados si al estar juntos se podía percibir que ambos eran parte de la esencia del otro.
Todo lo que rodeaba su historia resultaba un misterio, pues al estar juntos parecía como si jamás se hubiesen separado o como si eso no fuese a pasar.
Un día llegué más temprano de lo normal y encontré al joven sentado en la barra de la cocina con una taza al frente - de lo que luego supe, era un té – era sencillo saber en qué estaba  pensando, quizá se aproximaba la partida de la señorita, pues era como si él regresara de un mundo mágico a la realidad en la que se había encontrado.
Pasado un rato, ella salió de la habitación con un gesto similar. De forma muy amorosa se acercó a él, le besó la mejilla y acarició su cara, y ambos sonrieron levemente. Sé que yo no debería estar observando todo eso, pero en verdad daban ganas de preguntarles qué sucedía, decirles que la vida era un regalo para disfrutar y que el brillo que ellos compartían al estar juntos era algo realmente extraordinario, incluso para quienes sólo mirábamos.
Al final de cuentas, pensé que ellos mejor que nadie conocían los motivos, que quizá no era su tiempo o esta vida, que seguro había una larga historia imposible de abandonar.

La partida

Unos cuantos días después, encontré al joven de nuevo sentado frente a su computador, escribiendo y con una taza de café a la mano. Un aire fresco había vuelto al departamento, él se encontraba relajado como siempre, con ese halo de lobo solitario con el que lo había conocido. Me saludó amablemente y me pidió algo para desayunar.
Sobre la mesa había quedado una carta con los labios de ella dibujados, y yo supe con facilidad que el corazón del joven se había subido al avión en los brazos de la señorita. No atiné a preguntar nada por temor a sacudirlo, pues aunque se veía gallardo como siempre, se notaba en el fondo que había quedado profundamente tocado por la visita.
No puedo saber qué habrá pasado con ella al partir, y tampoco si volverán a verse o si algún día podrán hacer sus vidas juntos, lo único que para mí estaba claro en esa historia, es que jamás había visto devoción y entrega más grande en dos amantes, era como si hubiesen nacido el uno para el otro.

Los días pasaron y todo volvió a la normalidad, jamás se habló del tema. Él trabajaba, reía con los amigos y seguía siendo el mismo hombre de hierro con las mujeres, inaccesible, lo cual para mí ya tenía una explicación, su corazón tenía inscrito un sólo nombre y sabía amar a una sola mujer, aunque ella no estuviera. Jamás los escuché hablar por teléfono o tener algún contacto, no supe que él planeara, hasta hoy, un viaje a México o que ella buscase volver, sólo de vez en cuando, aquella carta con el beso marcado aparecía sobre la mesa, en cada ocasión más desgastada… 


miércoles, 7 de octubre de 2015

Disertaciones de mercado y amor

Tantas cosas he pensado últimamente, tantos momentos en los que he deseado el espacio íntimo con las letras para poder contarles el cúmulo de ideas que atropellan mi cabeza cada día y hacen el embotellamiento creando horas pico cada vez que se les da la gana. Tantas son, que terminaré, como siempre, haciendo el más burdo resumen de mí mismo. 
Discurrir por ejemplo sobre el amor y la salud mental. En el escaparate en el que nos paramos todos, unos más locos que otros, con un cuerpo que de entrada define parte importante de lo que somos y seremos a cada paso, cómo es posible hablar de amor cuando el mercado ha construido el producto, como todo lo que bien vende, inalcanzable. El precio del amor es la renuncia a toda autenticidad, el amor comercial requiere productos hechos a la medida de los sueños que venden los medios, que compra la madre, la tía, la hermana, el padre, la abuela, el hermano, el tío, el vecino y hasta algún mal elegido amigo o amiga que haya resbalado sin remedio en la casa del jabonero de nuestros tiempos. 
Hay que ser perfectos, felices, exitosos, pulcros, intachables, de una ética y moral incuestionable, hermosos por dentro y por fuera, sanos mentalmente, tener el más alto nivel de rendimiento para vivir y amar, el mejor amante, aquel que puede satisfacer todas las necesidades, físicas, sexuales, estéticas, sociales, emocionales, relacionales, comunicaciones, etc., del otro, de ese otro que por supuesto se siente exigido a lo mismo y ambos (los dos, el uno y el otro) sabiendo al verse al espejo que jamás se ha de encontrar ahí el producto anhelado, "yo no soy suficiente", es la consigna de esta era. Suficiente para qué diría yo... pero yo soy un ente que piensa (porque así me lo enseñaron) que en esta vida hay que hacer lo que a uno le "nazca", una sencilla traducción estaría relacionada con aquello de "lo que se de la chingada gana", pero el concepto de nacer me gusta más, imagino algo que emerge como resultado del juego de elementos auténticos y personales y que se decide en el segundo que levantas la mirada y esbozas una leve sonrisa que le dice al mundo que hay algo que estas dispuesto o dispuesta a hacer. 
A estas alturas del texto, creo que bien merece separar las ideas, de otra manera, van a llevar a las lineas en las que mi lenguaje, pleno de entusiasmo puede confundirse con esquizoide y nada pueda terminar de bien, yo encerrado y ustedes no sé si confundidos, perturbados o comiendo directo del bote de nieve, para cualquier caso, evitemos el conflicto por esta ocasión y dejemos que la mente acelerada respire, el antagonista del café empieza a colgar diminutos yunques en mis párpados y un onírico mundo se dibuja en el espacio que queda entre cerrado de mis ojos. 
Así que sucumbiré... y como dicen en algunos lugares. la dejamos pa' la otra...  





domingo, 16 de agosto de 2015

Gaspar

- Te lo digo Gaspar... Gaspar ¿Cierto?
- Si, señor
- Gaspar, yo jamás he escrito una carta como esa...
- ¿Cómo cuál, señor?
- Como esa que hoy quiero escribir
- Disculpe, señor, pero no sé qué tipo de carta necesita usted escribir
- No necesito escribirla, pero quiero hacerlo
- Quizá si me dice usted el propósito de la carta...
- Ese es un buen punto, Gaspar, para qué se escribe una carta así...
- Lo siento, señor, no creo poder ayudarle, no comprendo nada...
- Lo mismo pienso, Gaspar. Yo creo que lo entiendes todo, lo que pasa es que nada tiene sentido, tampoco para mí lo tiene...
- Suena muy complejo lo que está pasando, señor
- A todo esto, Gaspar... ¿tienes hijos?
- Si, si señor, pero eso qué tiene ver con la carta que usted necesita... quiere escribir?
- No lo sé, Gaspar... te lo digo, no sé nada esta mañana
- Seguro que sabe su nombre, al menos, señor, bueno... sabe el mío...
- Eres muy gentil, Gaspar, la vida debería premiarte por eso
- Me ha premiado, señor, tengo trabajo, familia, un techo...
- Gaspar... eres un gran maestro... gira a la derecha en la siguiente, por favor
- Si, señor, pero yo no soy maestro, yo apenas sé leer y escribir
- Hay muchos tipos de maestros en este mundo, y te lo digo, Gaspar, tú eres de los mejores... de los que enseñan viviendo, con toda la autenticidad de una vida humilde...
-Eso si, señor, eso sí lo reconozco, yo he crecido con pocas cosas, pero seguro estoy, que lleno de humildad
- Lo has dicho todo, Gaspar...
- Ya casi llegamos, señor
- Así es, mi estimado Gaspar...
- Muchas gracias, señor, por la estima en sus palabras
- A ti, por acompañarme
- Que todo le vaya de la mejor manera, señor...


sábado, 8 de agosto de 2015

Cualquiera

Él caminaba a veces con las manos en los bolsillos, tenia una familia en algún lugar, era hijo de alguien, hermano de alguien, nieto de alguien. Él había nacido hace ya varios años y en las huellas de su infancia había aprendido a cantar, a llorar, a callar y también a cerrar su pecho haciendo de piedra su mirada. 
Él, como mucha gente, anhelaba abrazos, amor, esperanza, algunas noches, bañado por las estrellas, pedía el milagro de que alguien tuviera fe en quien pensaba que podía llegar a ser. Lo cierto, es que muchas veces había sido lo contrario, que en el andar de los años, en una historia de violencia y abandono, aprendió simplemente lo necesario para sobrevivir, y las consignas empezaron a caer sobre su cabeza, fue desde joven, el rebelde, el enojado, el duro, el distante, entre muchas otras etiquetas que le fueron colgando sin siquiera preguntarse por un segundo cómo, por qué o para qué. 
Él había tenido amigos en su historia, pero rara vez iba más allá en la posibilidad de abrir su corazón. Aquella identidad que le vendieron, valía para cerrar la potencia de amor que guardaba quizá en los bolsillos, junto con sus manos. Había sido solidario y generoso, pero siempre con la actitud despreocupada que distrae a los demás de sus actos de amor. 
Fumaba a veces, y más de una ocasión lo acompañó el alcohol en sus noches y días. Una que otra sustancia en su vida, le había ganado varios títulos referentes a un valor que ni él mismo apreciaba, y su deseo de muerte había dejado huellas en su cuerpo que hábilmente convirtió en tatuajes; las marcas recorrían brazos y piernas, sin despertar sospecha en quien las admiraba como parte de la identidad en la que se había encerrado para escapar del dolor del mundo. 
Rudo, grosero, altanero, pedante, soberbio, despreocupado, tiraba la colilla del cigarro al piso como si en ella se pudiera ir su miedo hasta el fondo del infierno. Miraba con desdén, sin dar oportunidad a que alguien intentase por algún momento preguntarse cómo estaba y quién era ese personaje que ostentaba una sonrisa burlona que funcionaba como su mejor defensa. 
No concebía amor para sí, no se alcanzaba a mirar de otra manera, no sentía la más mínima oportunidad de que un parpadeo lo sacara de esa vida que se había construido por años; y sentía un respiro cuando alguien le recordaba lo rudo que era, se sentía a salvo de nuevo, y rogaba porque nadie se fijase en sus dedos, en esas uñas que delataban la ansiedad que le invadía por querer escapar del caparazón que  se había construido y sentir por un instante la posibilidad de ser amado; y pedía para que su reputación cubriera los ojos rojos e hinchados de llanto con huellas de los vicios de los que alardeaba. 
Él era cualquiera, uno de nosotros, uno de ellos, una persona más en el mundo que sentía por un segundo perdida su mirada en la ilusión desechada de una vida diferente, un soldado de las expectativas, un icono de lo que los demás necesitaban para acomodar el mundo en su cabeza. Él era un ejemplo más de la mutilación que nos hacemos cuando la mente nos ha explicado ya cómo son las cosas, sin tregua, sin posibilidad de que el mundo sea mucho más amplio de lo que nuestra capacidad necesita para sentirse a salvo. 
Él era la oportunidad perdida de cada uno de nosotros por hacer un mundo en donde seamos capaces de mirar sin juicio y con amor. 


lunes, 3 de agosto de 2015

Breve historia de la caída (vuelo)

Parado a la orilla de un abismo sin fondo, con el viento a sus espaldas empujándole hacia un destino que parecía irremediable, con las voces de los jueces cantando una sentencia de los colores de la imaginación de quien vive del miedo y del dolor; ahí, en ese escenario imposible para la esperanza, sin aparente salida, con la facilidad de entregarse a la muerte de su esencia para atender el llamado a gritos de quienes han perdido la fe; en ese lugar desierto para los ricos en sueños, a la vista de todos inmóvil, en el segundo que estaba por entregarse al vendaval, vio de reojo la magia erigida en forma de quien le había esperado también, toda esa vida. 
Con los cabellos volando al viento y los ojos irradiando lo que parecía el último destello de vida, ahí sintió su mano sostenida en la suavidad de un deseo más firme que cualquier muralla y, sin embargo, tambaleante. 
De tanto sentir, apenas alcanzaron a pensar, a la cuenta de los latidos de sus corazones, saltaron  al abismo y en el camino de caída recordaron que siempre habían sabido volar. Abiertas sus alas, recorren un mundo pintado con todo tipo de texturas, haciendo de los bosques un concierto y de las nubes el hogar para la esperanza donde han de poner sus manos y que ha de latir con su amor, que sabe tanto creer como crear. 

jueves, 18 de junio de 2015

Será

Será el canto de un artista lo mismo en el humedal, que cuando canta en palacio forrado de oro y sal... 
Será la verdad la misma cuando se le habla al poder, y el hambre será la misma para el que no puede comer... 
Será la sombra del viento, igual en cualquier lugar, o serán las mismas montañas si las tienes que escalar...
Serán los ojos de un santo los mismo en su brillar, cuando concede milagro y cuando no sabe dar... 
Será el silencio lo mismo cuando se quiere gritar, o el amor será el mismo cuando no se puede amar... 
Será la guerra un asalto para el que debe matar, y su muerte un consuelo si ya no quiere pelear... 
Serán las manos caídas señal de la rendición, o serán los pies descalzos igual a resignación... 
Será la sombra descanso para el que quiere dormir, y qué será la misma sombra para el que teme morir... 
Nada cierto hay en la vida, nada mentira será, si todo se mueve a ratos, todo cambia de lugar... 

Camino ausente de estrellas

Era una noche de esas en que las estrellas marcaban el camino, pero él no podía verlo... le pesaban el reloj y la ropa, la historia y los humos fumados de tiempo atrás. Le sonreían en cambio, las montañas, el mar que podía respirar a lo lejos y un par de gafas que acompañaban su misión secreta. No es de mucho saber, a veces sólo siente, y otras veces, ni eso hace, está, se queda, se paraliza a tal punto que pudiera parecer que ha muerto, pero está ahí, no entiende bien lo que sucede y, en estado catatónico, suele preguntarse el por qué de los tiempos de la vida. 
Había pasado varios años quitándose la piel, pintándose los ojos, parecía ser la demanda del mundo en el que habita y, justo ahora, cuando se encontraba mimetizado, un rayo partía la vida, caía del cielo con toda la fuerza que Zeus lo debe enviar, pero al llegar a su pecho, era tan suave como el toque de una pluma bailando en el aire, seguro que el aire mismo, y la pluma, pueden sentir la caricia. 
¿A dónde vamos?. Preguntó con auténtica duda. 
No lo sé. Respondió sin más verdad. 
De pronto, caminar en lo que aparenta ser incierto, generaba la sensación de libertad, aunque a ratos, cuando existía una prolongada pausa, el vértigo secuestraba por un segundo sus corazones, pidiendo como rescate la fe. 
Miraba su sofá y regresaba los ojos a la puerta preguntándose cuándo sería el día, y estoy plenamente seguro que no buscaba una fecha, sino una posibilidad. Sentado en el comedor, se perdía en el reflejo que proyectaba un cuadro en la pared, le parecía muy brillante, y de nuevo bajaba la mirada deseando quedarse dormido en aquella fantasía. Cuándo, y quizá la pregunta era, ¿por qué no ahora? Un suspiro le hacía extrañar aquel café que le trazaba inevitablemente una sonrisa tan sólo con el aroma. He olvidado más de la mitad de mi vida, solía pensar, y quería vivir contando las historias que a uno pueden acontecerle; había tantas, incluían abuelitas, bicicletas, viajes largos, casualidades, miradas, cerros, sonrisas y cabras. Asaltado por una idea más, se detuvo para preguntarse si se trataba de la mitad de su vida pasada o futura... la pregunta le hacía mucho sentido y se perdió en sus sueños. 
Un extenuante cansancio regresó a su cuerpo, era una particular sensación, era preciso dormir y sentir el abrazo de la luna, cerrar los ojos entregado al fuego. Todo esta noche era repentino, todo llegaba de golpe, sin avisar, y así como llegaba, atravesaba su alma y se iba, salía de su alcance, por eso era preciso escribir, por eso resbalaban sus letras para detener por un segundo el tiempo. 

Quiero llorar en tus brazos, sintiendo tus caricias en mi pelo  y escuchando de tus ojos el amor. Quedarme dormido en tu regazo, en el más dulce consuelo para un añejo dolor. 
Quiero sentarme a la sombra inexistente de una luna nueva que se pinta en la mar. 
Y que tu pecho me grite cada segundo, lo que tú puedes amar.
Quiero perdido en el tiempo, regresar al camino siguiendo la música de tu voz.  
Y perpetuar mis latidos en un lenguaje que comprendamos los dos. 
Detén el paso del tiempo o corre al viento veloz. 
Guarda en tu pecho un suspiro, que le devuelva el aliento a mi paraíso atroz. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

Verdugo y Estrella

Siéntate conmigo en esta oscuridad, pero no vengas al infierno que habita en el calor de lo más profundo de este mundo que sólo es mío. Puedo invitarte a la magia, pero no a las cenizas, puedo amanecer en el sueño pero no llevarte a mis pesadillas. No es posible que regrese al purgatorio de los fantasmas reencarnados; el tercero, el cuarto, el quinto, cualquiera más allá del segundo después de ti, es motivo para despertar la ira de quien tortura mi esperanza. 
Segundo bote de suero, bastón a un lado de la cama, un par de libros fingiendo que son proyecto y en esta habitación llena, escapando de la física, resuena el eco de una maldición marcada en la historia. Quién será el dueño de la voz que habita en mi cabeza, quién estará detrás de la risa que se burla de mi fe, cómo encontrar su rostro y vencer esa mirada que resulta en un rayo paralizante y que pretende volverme loco diciendo que no es verdad todo lo que está perfectamente sustentado en cada segundo que respiras a mi lado.
Busco solución en aquello que pueda reparar el punto que pretende hacerse grieta y romperme nuevamente. Ruego compasión a éste despiadado mundo, para que aquello que sería una definición perfecta de belleza, se abra paso en mi alma y guarde cada sutil gesto que tu ser esboza. Pido al universo lo necesario, la fortaleza, paciencia, valentía, serenidad, la prevalencia del amor por encima de toda esta accidentada humanidad. 
Voy a sentarme a respirarte hasta que te vuelvas vida, voy a pintar entre las nubes un mensaje que te alcance al fin del mundo si te fueras, voy a renunciar a la piel que me guarda para que sea tu abrigo en las madrugadas con frío, voy a ofrecer lo que tengo y a buscar lo que me falta, voy a hacerme digno de la magia que habita en el espacio que dejamos ocupar por los alientos que se separan llevándose consigo un poco de la vida que nos habita.  


domingo, 3 de mayo de 2015

No una historia ajena

Eran de flores las noches en su tertulia, y mientras tanto, el mausoleo de un soldado que había muerto por desobedecer la orden de matar, se llenaba de júbilo ante el beso de dos enamorados que habían escapado de una increíble prisión. Yo no puedo ser quien cuente la historia ajena de dos que cantaron bajo la luna y expusieron sus almas al sol, en definitiva no es posible que yo les diga, sin ser yo mismo, que aquel amor era inefable a tal grado que las dudas existían incluso en aquellos que no les conocían. Y lo diré insistentemente, no puedo hablar de ello si no me pertenece, pues era de colores la explosión en su pecho cuando las palabras, miradas, caricias, llegaban justo a donde el destino las había predispuesto; eran  los sonidos de sus voces cantos con la llave para abrir una historia creada de tiempo atrás, cuando aún sus vidas no estaban expresadas en la forma que hoy se viven. 
En realidad, nadie, ni yo que soy un usurpador del lugar del privilegiado amante aquel, puede saber si la luna alguna vez ha de dejar caer la luz sobre sus rostros, nadie, ni siquiera la luna misma tiene la menor idea de un futuro que puede ser más anhelado que descifrar el camino para evitar el dolor. Y aún sin saberlo, se esperan en la esquina de una calle cualquiera para tomarse de la mano y caminar los diez  pasos que la vida les permite, y cuando el tiempo se termina, cada uno corre por su cuenta al bosque del siguiente encuentro. 
Yo, que tan sólo veo tras la ventana en el interior de aquel romance, suspiro el aliento que he robado con el permiso de la que está del otro lado consumiendo mi respiración. Ella, que es poesía, aprendió a volar en las noches sin luna y viaja entre las estrellas como si fueran su tierra misma. Ella y yo, que hemos sido un canto ajeno durante siglos, metemos la cabeza bajo el agua para respirar, teniendo por agallas nada más que nuestra locura y la plena convicción de que nos hemos hecho a barro de sueños que no podían ser mutuos hasta el encuentro. 
Y el encuentro, que se da como una flor en la tormenta, como el calor de la hoguera de aquel sitio seguro y conocido, nos empuja sin el menor esfuerzo a eso que no se llama destino, que se mece en nuestras manos y escapa a los ojos de todo aquel que ha perdido la fe, nada, ni la marea embravecida, alcanza a borrar lo que ya se ha escrito. 

domingo, 12 de abril de 2015

Desde mi cueva

Acaso puede alguien comprender el miedo y el dolor que no siente, acaso ponerse en el lugar de aquel que tirado en el suelo sobre sus rodillas y con la cabeza pegada al piso se desgarra la garganta y siente la boca seca por el aire que ya no pasa por su nariz, los ojos hinchados y las manos temblando de rabia. Acaso será posible que todas las maldiciones que salen de su pecho tengan algún sentido si no puedes escuchar el grito de su alma, ese susurro transparente que se escurre por la cara, el cuello, el pecho y que inunda el espacio alrededor... 
No lo creo, no sabemos qué hacer con eso, nos gana el amor, ese que se lanza a ofrecer una salida.. Será posible salir? Será posible que la mente llena de sabiduría gane la batalla y nos levantemos íntegros del suelo sintiéndonos enteros y dispuestos a seguir... Y, a dónde se ha ido todo lo que hemos llorado? Se secó y como vapor se sumó a la masa de alguna nube que uno de estos días lloverá?... 
Nunca podremos definir si ha sido una fortuna o una tremenda desgracia no comprender lo que no se siente en carne propia... sin embargo, es una parte importante de aquello que nos define, yo soy yo, también por el dolor que siento, tal cual lo vivo y de manera que nadie más que yo lo puede saber o sentir, este es mi dolor, mi miedo, mi demonio personal, y por mucho amor que exista, jamás será de nadie más.  
Estamos solos, en esencia estamos solos, hay un lugar del camino a donde nadie nos puede acompañar, y eso, es la bendita desgracia que nos da el ser, yo puedo ser contigo e incluso para ti, pero no puedo ser tú y tú no puedes ser yo, y nuestro ejercicio de amor más grande sera aceptar que así será por el resto de nuestro encuentro. 
Así que desde mi profunda soledad estoy agradecido por la luz que me acompaña desde afuera, esa que compartes desde tu propia cueva... 

jueves, 2 de abril de 2015

Hasta que la luna nos separe

Recién estoy reconociendo el escenario y ya quiero comenzar a poner letras por todas partes... es algo que me pasa cuando pienso en ciertos colores, como el de unos ojos y el contraste de ciertos tonos de cabello que tienen de fondo una piel... una hermosa piel. La vida es así, hoy me miro soñando que todo el atropello tiene una razón de ser y que la esperanza es lo último que muere (entiéndase con esto que la esperanza no es tuya ni mía, pues ha de morir al final de todo, incluso de nosotros mismos). 
No tengo recuerdos de alguna primera vez que no sea la que se quedó tatuada en mi memoria. No reconocería la escena donde sentí llegar el primer rayo de luz que me pareció en aquel momento que era la luna misma, no podría decir la razón de mi ceguera ante el brillo que de todas partes emanaba. Nada de eso, yo soy el más desatendido de los inusuales seres que vienen de mi planeta. 
En cambio sí puedo decir que hay una vibración en el color que tiene tu voz que me hace sentir como si un atinado vaquero lanzara la cuerda para tirar directamente de mi corazón. También soy plenamente consciente que de un tiempo para acá he enloquecido por completo, y me gusta más que cualquier cordura que me haga comer lechuga por las tardes. Estoy seguro que no hay nada más delicioso que la nieve en nuestro paraíso y la lluvia dando concierto... y al final de todo esto sólo pido que me dejen soñar, que quizá en mi mundo no te encuentres ahora mismo, pero en mi pecho sí, quizá la vida no reconoce la belleza más allá de lo que se encuentra al alcance de la mano con la plata, pero yo me siento millonario de ilusiones cuando miro aquella laguna donde aterrizará (no pudiera ser literal pues en la laguna hay agua, no tierra) mi alma. 
Soy yo, estoy aquí, recién abrí los ojos gracias a la tempestad que azotó mi cara, apenas hace dos segundos que volví a la vida o la vida volvió a mí, he pensando incluso que si nos ponemos aburridos es la vida la que se va de nosotros y hasta que no presentamos una aventura que valga la pena, nuestra vida anda vagando de parque en parque, de museo en museo o de bosque en playa... 
Yo quisiera hacer una promesa, pero las promesas hace tiempo no suelen cumplirse, sobre todo porque padecemos de mala memoria, así que mi remedio, consuelo y propuesta es decir y hacer ahora justo lo que quiero, dejar que mi corazón entable un diálogo con el mundo y sobre eso colocar mi anhelo por encontrarme un día viviendo la magia de unos labios que pudieran parecer tornasol. 
Mi alma contigo, hasta que la luna nos separe. 

viernes, 27 de marzo de 2015

Sobre aquello que pierdes antes de encontrarlo... .

Surge tras la cortina el deseo aquel de la locura, de la ceguera, de contar con una máquina del tiempo y poder viajar al pasado para no hacer o hacer o deshacer o al futuro para comprobar si la esperanza no es sólo el mito que nos sostiene mientras todo se derrumba. 
Es tan fácil quitar la pieza clave de los sueños y hacer que todo se desmorone, a veces parece que sólo debemos elegir qué tanto prolongar la llegada del dolor, siempre con la consigna que entre más esperamos más serán los intereses a pagarle a la vida. 
No decidir, es decidir y actuar lanzándote en picada hacia el abismo puede parecer precipitar lo inevitable. Pensar en esperar y que algo mágicamente te salve, es acumular el daño y colgar el alma de un caliente fierro que dolerá a ojos abiertos y cerrados. Fácil no es. 
Ante la desventaja de no conocer el futuro, caminamos tomando de la vida lo que aparece en el presente, y lo perverso está en todas partes espiando con una sonrisa que grita en silencio todo lo que hemos de pagar, te asoma las maravillas de la vida y te las quita de las manos diciéndote que jamás podrás tenerlas porque tienes deuda con el mundo. 
Luego despiertas y no sabes dónde estás... 

martes, 17 de marzo de 2015

El espacio de lo que "no" existe

... Y de pronto fuego y tierra, desconcierto de algas posadas en esas diminutas cavernas... a dónde van las aves cuando ya han comido, cuando no necesitan migrar más, cuando en esencia no hay destino, a dónde va mi alma cuando pienso, cuando siento, cuando desaparece el mundo en ese segundo que dura cual eterna y dulce condena. 
No iré a sitio alguno y volaré a todas partes, jamás veré algo distinto a la variedad maravillosa de todo lo que existe en este mundo y el que sigue. No me es posible quitar el candado que se ha caído de mi prisión eterna, este universo interminable donde andar y encontrar de vez en cuando un pequeño paraíso. 
Quien se atreve en dos segundos a desarmar el mundo, quien a borrar las huellas de lo innegable, de la leyenda que todos hemos conocido, de aquello que trasciende a voces, sólo aquel será capaz de desaparecer el momento en que el cielo se pinta perfecto, brillante y oscuro, mortal y seguro. 
Esta paradoja efímera del tiempo en que puedo ser y al mismo tiempo nada es menos imposible, y finalmente, a dónde van las gladiolas que no hacen más movimiento que un breve vaivén cuando las cautiva el viento, a dónde las rocas que sólo se dejan ir en pequeñas partes para formar el cañón que cada tres horas parte mi alma en dos o en cuatro si así lo demanda alguna voraz sirena.
Qué más tengo para decir en este hora de nada, hablando sobre todo lo que puede existir en los momentos inexistentes y viceversa, sobre todo lo segundo. Nada, nada más diré que no pueda ser gritado en el entero mundo de los sordos a medida, y pediré que no me sea devuelto jamás, y menos ahora, ese poder  de teñir las nubes del color que ven mis ojos. 
No hay conclusión alguna posible para lo que no se ha dicho, ni guarida para refugiar a quien no ha escapado, no hay palabra perfecta para decir lo que escribe una mirada, ni rayo de sol que avive lo que al final una sonrisa, y todo pasa, todo se queda en la fracción de segundo que es posible, y baja la vista y sin saberlo, hemos transformado de inmediato aquello en magia que no será.