jueves, 18 de junio de 2015

Será

Será el canto de un artista lo mismo en el humedal, que cuando canta en palacio forrado de oro y sal... 
Será la verdad la misma cuando se le habla al poder, y el hambre será la misma para el que no puede comer... 
Será la sombra del viento, igual en cualquier lugar, o serán las mismas montañas si las tienes que escalar...
Serán los ojos de un santo los mismo en su brillar, cuando concede milagro y cuando no sabe dar... 
Será el silencio lo mismo cuando se quiere gritar, o el amor será el mismo cuando no se puede amar... 
Será la guerra un asalto para el que debe matar, y su muerte un consuelo si ya no quiere pelear... 
Serán las manos caídas señal de la rendición, o serán los pies descalzos igual a resignación... 
Será la sombra descanso para el que quiere dormir, y qué será la misma sombra para el que teme morir... 
Nada cierto hay en la vida, nada mentira será, si todo se mueve a ratos, todo cambia de lugar... 

Camino ausente de estrellas

Era una noche de esas en que las estrellas marcaban el camino, pero él no podía verlo... le pesaban el reloj y la ropa, la historia y los humos fumados de tiempo atrás. Le sonreían en cambio, las montañas, el mar que podía respirar a lo lejos y un par de gafas que acompañaban su misión secreta. No es de mucho saber, a veces sólo siente, y otras veces, ni eso hace, está, se queda, se paraliza a tal punto que pudiera parecer que ha muerto, pero está ahí, no entiende bien lo que sucede y, en estado catatónico, suele preguntarse el por qué de los tiempos de la vida. 
Había pasado varios años quitándose la piel, pintándose los ojos, parecía ser la demanda del mundo en el que habita y, justo ahora, cuando se encontraba mimetizado, un rayo partía la vida, caía del cielo con toda la fuerza que Zeus lo debe enviar, pero al llegar a su pecho, era tan suave como el toque de una pluma bailando en el aire, seguro que el aire mismo, y la pluma, pueden sentir la caricia. 
¿A dónde vamos?. Preguntó con auténtica duda. 
No lo sé. Respondió sin más verdad. 
De pronto, caminar en lo que aparenta ser incierto, generaba la sensación de libertad, aunque a ratos, cuando existía una prolongada pausa, el vértigo secuestraba por un segundo sus corazones, pidiendo como rescate la fe. 
Miraba su sofá y regresaba los ojos a la puerta preguntándose cuándo sería el día, y estoy plenamente seguro que no buscaba una fecha, sino una posibilidad. Sentado en el comedor, se perdía en el reflejo que proyectaba un cuadro en la pared, le parecía muy brillante, y de nuevo bajaba la mirada deseando quedarse dormido en aquella fantasía. Cuándo, y quizá la pregunta era, ¿por qué no ahora? Un suspiro le hacía extrañar aquel café que le trazaba inevitablemente una sonrisa tan sólo con el aroma. He olvidado más de la mitad de mi vida, solía pensar, y quería vivir contando las historias que a uno pueden acontecerle; había tantas, incluían abuelitas, bicicletas, viajes largos, casualidades, miradas, cerros, sonrisas y cabras. Asaltado por una idea más, se detuvo para preguntarse si se trataba de la mitad de su vida pasada o futura... la pregunta le hacía mucho sentido y se perdió en sus sueños. 
Un extenuante cansancio regresó a su cuerpo, era una particular sensación, era preciso dormir y sentir el abrazo de la luna, cerrar los ojos entregado al fuego. Todo esta noche era repentino, todo llegaba de golpe, sin avisar, y así como llegaba, atravesaba su alma y se iba, salía de su alcance, por eso era preciso escribir, por eso resbalaban sus letras para detener por un segundo el tiempo. 

Quiero llorar en tus brazos, sintiendo tus caricias en mi pelo  y escuchando de tus ojos el amor. Quedarme dormido en tu regazo, en el más dulce consuelo para un añejo dolor. 
Quiero sentarme a la sombra inexistente de una luna nueva que se pinta en la mar. 
Y que tu pecho me grite cada segundo, lo que tú puedes amar.
Quiero perdido en el tiempo, regresar al camino siguiendo la música de tu voz.  
Y perpetuar mis latidos en un lenguaje que comprendamos los dos. 
Detén el paso del tiempo o corre al viento veloz. 
Guarda en tu pecho un suspiro, que le devuelva el aliento a mi paraíso atroz.