miércoles, 8 de junio de 2016

La pluma del destino

Caía la noche y unas gotas de lluvia golpeaban el piso y las ventanas como si alguien estuviese aventando algo desde lo alto, eran gotas gruesas, de esas que caen muy separadas unas de otras, así que tardé un poco en distinguir si realmente llovía. Los relámpagos y truenos anunciaban la primera tormenta de temporada de lluvias. Yo... yo no dejaba de pensar en la existencia del destino. Esa vez no era algo romántico, era pensar en el destino como esa sentencia que escribimos para nosotros mismos, como aquello que guardamos en el fondo de nuestro ser, cosas que a veces olvidamos o no alcanzamos a ver porque quedaron ocultas, incluso para nuestros ojos, nuestra mente y nuestro corazón. 
En eso andaban mis pensamientos, cuando de pronto imaginé que no podíamos escapar de aquello que debíamos aprender, que las situaciones quizá serían por siempre las mismas y que la verdadera revolución, aquello que podía romper con la sentencia de un destino, era la posibilidad de transformarnos dentro, dar el salto, salir disparados de aquel círculo en el que parecíamos estar atrapados permanentemente y que se repetía en nuestra vida como una condena. 
Muy revelador... casi inspirador... hasta que te preguntas "cómo"... cómo se supone que escaparé de mí mismo, de mis miedos, de mis ideas, de mi dolor, de mi rencor, de todo lo añejo que se ha sembrado en mi historia, cómo sanaré las heridas viejas y dejaré de hacer nuevas con las fantasías que habitan mi mente. La verdad es que no lo sé, por ahora sólo me siento atrapado en un ir y venir de situaciones que se miran conocidas, que quizá son diferentes o que puede que se agudicen con el tiempo, no sé cómo voy a hacerlo, pero tengo muy claro que debo empezar...