sábado, 10 de septiembre de 2016

Agujeros perpetuos

En aquello de la magia las cosas desaparecen sin destino, existen sin previa gestación, se dan y se quitan, los vacíos se llenan de manera espontanea, y todo lo que existe puede ser cuestionado por incrédulos sentidos. Para hablar de magia hay que hablar de ilusión, hay que construir un muro impenetrable con blancas y suaves plumas, hay que saber convertir en agua en papel, el papel en paloma, la paloma en mensaje y el mensaje en polvo de estrellas... 
Y es pensando en la magia que me encuentro ahora conociendo los agujeros perpetuos, esos espacios imposibles de llenar, esos lugares donde, sin importar lo que existe, siempre falta, es el hueco de las almas donde versa la frase "que no me falte la falta", quizá porque nunca nos dijeron cómo se estaba completo, cómo era posible (si es que lo era) aquello de la plenitud, y así, aprendemos a escarbar para encontrar el faltante de cada cosa, de cada sitio, de cada persona, de cada lugar, de nosotros mismos, de las nubes, del aire, de los rayos del sol, sabemos magistralmente pintar el vacío, de un delicado soplo podemos desatar la tormenta que lo convierta todo en ausencia, y nos volvemos náufragos en el destino donde inicialmente había un tesoro... 
Y la noche en que me siento a vivir esta realidad sin sentido, es la misma noche que miro de frente a los ojos de una estrella, si, los ojos he dicho, porque si hay en la vida toda clase de incongruencias, hay en mi mente la realidad que se me antoje, y con eso, con eso quizá pueda por fin llenar el vacío, terminar la misión, cumplir el requisito; con eso tal vez pueda dormir tranquilo y soñar que un día podré existir completo.