jueves, 9 de febrero de 2017

Calula: un no cuento para no dormir

Calula es una criatura que no puedo llamar mala, pero sabe hacer daño, es más bien torpe y con muchas limitaciones. Calula vive debajo de la cama, en lo profundo del closet, detrás del tocador, entre las sillas del comedor o en cualquier rincón que se forme entre los muebles de la casa, no es que se esconda, es que sólo ahí puede vivir, tiene ese rasgo de los vampiros, demasiado tiempo expuesta a la luz, la desbarata o la transforma. 

Calula tiene los ojos cosidos y no consigue abrirlos bien, pero eso le pasó hace mucho tiempo, tanto que ni siquiera recuerda que alguna vez haya sido diferente, por eso Calula no ve bien, ve borroso a través de las hendiduras que se hacen entre los hilos, no distingue, pero no sabe que es así, para ella, lo que ve es tal cual existe, no puede cuestionar que sea distinto, porque no sabe lo que a sus ojos pasa. Evidentemente, si Calula se quisiera ver al espejo (que no sabe que existen) no podría distinguir ni un sólo detalle, así que jamás ha notado, ni notará lo que pasa con sus ojos, lo que alcanza a ver, aunque sea borroso, no tenga forma, no refleje colores o suficiente luz, eso es su realidad. 

Calula tiene un hueco en el pecho, no es culpa suya, hace mucho tiempo le quitaron el corazón de su lugar, de eso conserva una leva memoria, apenas una sensación, es por eso que anda por la vida atravesando el pecho de otras personas, saca su corazón y se lo prueba para ver si con ello consigue amar, por eso no puedo decir que Calula es mala, su anhelo es amar y ser amada, pero su triste destino es caminar por la vida destruyendo todo a su paso. 

Casi ciega, a tientas, con el corazón fuera de lugar, de brazos y piernas largas y con oídos entrenados para escuchar sólo y únicamente aquellas cosas que llegan al estómago y lo patean, Calula nos habita y nos limita, nos acorrala, nos brinca, muerde y agita. 

Calula nace de la falta, de nuestro deseo de amor inalcanzable, por siempre inalcanzable, no porque no seamos amados, sino porque Calula no nos dejará sentirlo, pasará todo amor por el agujero de su pecho sin que nada pueda llenarlo, con sus ojos dañados interpretará el mundo y nos dará una distorsionada traducción que, sin ella realmente quererlo, nos hará mucho daño. 

Calula toca nuestros miedos, les da vida, nos advierte constantemente de un mundo malvado, así lo vive, así lo siente mientras se golpea con todo a su paso a causa de sus largas y torpes extremidades, y lo aclaro de nuevo, no puedo decir que sea mala, pero sabe hacer daño, nos lleva al rincón de los más grandes temores y nos cuenta historias aterradoras en las que el amor no existe o, si existe, jamás será para nosotros, Calula casi nos convence y así vivimos quebrando nuestros cuerpos y almas, deshaciéndonos como única opción para conseguir aquello que sea más cercano al amor. 

Calula crece y vive con nosotros, en la sombra, se agacha, se estira, camina, balbucea, grita, araña, nos lleva a cerrar los ojos para ver y entender el mundo que nos describe, nos enseña a dudar, y nos puede convencer de que nunca, jamás, sin importar lo que hagamos, seremos suficiente y podremos ser amados, a Calula, nadie le enseñó a ser.