No es poesía lo que quiero escribir, no, no es poesía, en nada se le ha de parecer pues yo no soy poeta, es bien sabido que poeta no soy, no he sido y no seré. Poesía no es hablar de los besos que no se han dado, de los suspiros que llenos se quedaron de vacio, de los pasos que en fijo se anduvieron. Nada poético tiene pensar en el tiempo detenido de las rutinas que a veces dan y a veces quitan sentido, menos aún las manecillas de un reloj solar que se hace lento tras varios días nublados. No hay poeta bien nombrado que encuentre ánimo para hablar de los incendios que no pertenecen al alma, de aquellos que se llevan en la basura los momentos que al final resultan desechables, más no poco valiosos. Nunca lo efímero será determinante del valor de algo ni lo perdurable garantía del desgaste de las suelas del silencio.
No es poesía y no debería alguien pasar tiempo descifrando palabras que sólo han caído por accidente una tras otra sin nada que decirle a nadie, sin propósito de exaltar alma alguna, sin posibilidad de aclarar alguna mente o dar descanso a algún ciclón de existencia; palabras que más parecen partículas de polvo expuestas a la luz del sonido en una mente sin espacio para la gravedad, palabras que flotan, que parecen caer y un pensamiento las eleva como si del viento se tratase, palabras que se leen con el ritmo de lo que pudiera significar acaso algo, acaso nada o en el peor de los casos, todo.
No es poesía y no se recomienda descifrar el tiempo que mis manos han pasado atrapando los hilos de las palabras flotantes, no habrá bien resultante de abandonar minutos repasando los ojos por estas líneas que son apenas la gesta de ningún significado, ni surgirá inspiración alguna para sublimar absolutamente nada. No hay arte que se asome en los espacios que estos símbolos tapizan, no hay provecho ni ganancia para nadie más que no sea el que con absurdo detalle acomoda en el estante todo este cúmulo de brillantes y opacas negativas.