Aquella poesía huérfana de madre se hizo compañera de mi propia sangre, salían a pasear por nubes cargadas y volvían en la lluvia por la madrugada. Yo duermo y soñando, juego a que me pierdo, subiendo y bajando directo al infierno, donde habita un diablo que gusta del té, que canta sonetos dispares sin tiempo, que escribe poesía cuando nadie mira, cuando nadie puede decirle que no puede hacerlo porque eso no es de diablos.
Nada me interesa una rima vacía, nada los colores de un cuadro sin fondo, no quisiera nunca tirar la poesía que encuentro en el paso de quien no tiene destino. No puedes leer esto a un sólo ritmo, no puedes hacerlo sin desconcertarte, no puedo hacer nada más que decirte, que eres con tus ojos mi nueva creación, que vives del viento, que existes en un libro que alguien escribe, que naces del agua, que vives de tierra, que viajas en fuego y mueres porque así lo ha dicho el que te escribió.