El aviso
El joven invitó a una
señorita de México, y no me dijo mucho sobre ella, pero en sus ojos se veía un
brillo especial. No es que sea un mal hombre, pero suele ser muy indiferente
con las mujeres, aunque pueda ser caballero, al final termina pareciendo un témpano
de hielo, es frío y no se deja tocar; yo siempre he pensado que está muy
lastimado y eso lo asusta. Conmigo suele ser muy amable, y en general es
generoso y solidario, pero cuando se trata de mujeres, es como si en su cuerpo
tuviera un esqueleto de imán que las aleja en cuanto pretenden llegar a su
alma.
Sin embargo, ahora,
con la visita de la señorita, vi como si su centro se hubiese llenado de calor,
seguía asustado, pero no dejaba de irradiar una felicidad acompañada de algo
más que no sé cómo pueda llamarse, es como si la señorita trajese consigo algo
que a él le hace falta.
Mientras la esperaba,
intentaba parecer desinteresado, pero me pidió muchas cosas en su departamento
en las que usualmente no ponía tanto cuidado. También pude notar que estaba muy
interesado en los planes, me daba la impresión de que quería mostrarle todo lo
mejor de la ciudad (o de sí mismo).
Así que al ver todo
eso, era fácil saber que la señorita era una persona muy importante en la vida
del joven, yo tenía mucha curiosidad por saber cómo era la persona que le
devolvía el calor a su alma, que lograba que su luz cambiara de color y que
abriera su corazón. Estaba contenta por el joven, aunque pensaba que eso lo
hacía frágil, yo siempre había podido ver su corazón como el de alguien con
mucho amor, pero lo escondía bastante bien y eso lo hacía sobrevivir, ahora se
veía expuesto, y eso a veces es peligroso.
La llegada
La habitación del joven parecía
camerino de modelo el día que finalmente iba a llegar la señorita, había
camisas, pantalones y zapatos por todas partes, así que cuando el joven
finalmente se decidió, me pidió que le ayudara a recoger todo, así lo hice,
mientras pensaba en cuánto se estaba esmerando y lo nervioso que parecía. Yo
creo que mi esposo jamás se probó más de una camisa para salir conmigo, pero es
algo que quizá no puedo saber, así como tal vez la señorita no sepa jamás con
cuanto entusiasmo es esperada.
Varias vueltas a la casa bastaron
para salir, su mirada al despedirse de mí era como si estuviera pidiendo alguna
bendición; yo lo veía pensando en que quizá ese sería el día más importante de
su vida, tenía dibujada en el rostro una sonrisa que no le conocía, estaba
lleno de ternura o algo parecido, y decido a causar buena impresión. Así que
cuando salió de casa lo miré y le dije “hijo, te irá muy bien, es imposible
ignorar el amor con el que la esperas”, no sé si fue demasiado, porque lo vi
palidecer por un segundo y enrojecer al siguiente. Finalmente se fue corriendo
y al poco rato me fui yo también, dejando bien acomodadas las flores que él
mismo había comprado.
Ese brillo
No había tenido oportunidad de
coincidir con la señorita, pues llegó justo cuando yo tomaba un descanso para
estar con mi familia; así que desde casa estaba pensando en cómo seguiría el
encuentro, el joven no me había dicho cuánto tiempo se quedaría la visita, así
que no estaba segura de tener oportunidad de conocerla.
Llegado mi día de regreso, al
abrir la puerta todo se sentía diferente, las flores aún vivas, habían soltado
todo su aroma y su dulzura se cruzaba en espiral con el olor de café recién
hecho. Aquel espacio se sentía diferente, con aire femenino, generalmente
ausente; supe entonces que ella seguía ahí y que su fuerza y energía tenían la
capacidad de extenderse y tocarlo todo.
Empecé a hacer mis cosas y no
tardando se escuchó ruido en la habitación, apenas y se distinguían los
susurros y sin embargo, era muy fácil percibir algunas risas; sonreí, pensé que
el joven estaría feliz.
Cuando se abrieron las puertas,
salió la señorita acomodándose el cabello y con una amable sonrisa me dio los
buenos días, desde el primer instante pude ver su brillo y lo comprendí todo, ella
era un ser mágico. Respondí el saludo y ofrecí mis atenciones. De inmediato se
asomó el joven saludando, parecía un hombre nuevo, radiante, lleno de luz.
Entre pláticas empezamos a planear el desayuno y, aunque ambos se ofrecieron a
ayudar, yo preferí que ellos siguieran disfrutando de sí mismos, pues parecían
una bendición el uno para el otro.
Futuro incierto
Hasta donde parecía, la señorita tenía ya una vida hecha
en su país, su carrera y todo lo que había construido estaba allá, así que
debía, en algún momento volver. Así que la pregunta era, cómo podían separarse,
incluso por qué estaban haciendo sus vidas separados si al estar juntos se
podía percibir que ambos eran parte de la esencia del otro.
Todo lo que rodeaba su historia
resultaba un misterio, pues al estar juntos parecía como si jamás se hubiesen
separado o como si eso no fuese a pasar.
Un día llegué más temprano de lo
normal y encontré al joven sentado en la barra de la cocina con una taza al
frente - de lo que luego supe, era un té – era sencillo saber en qué
estaba pensando, quizá se aproximaba la
partida de la señorita, pues era como si él regresara de un mundo mágico a la
realidad en la que se había encontrado.
Pasado un rato, ella salió de la
habitación con un gesto similar. De forma muy amorosa se acercó a él, le besó
la mejilla y acarició su cara, y ambos sonrieron levemente. Sé que yo no
debería estar observando todo eso, pero en verdad daban ganas de preguntarles
qué sucedía, decirles que la vida era un regalo para disfrutar y que el brillo
que ellos compartían al estar juntos era algo realmente extraordinario, incluso
para quienes sólo mirábamos.
Al final de cuentas, pensé que
ellos mejor que nadie conocían los motivos, que quizá no era su tiempo o esta
vida, que seguro había una larga historia imposible de abandonar.
La partida
Unos cuantos días después,
encontré al joven de nuevo sentado frente a su computador, escribiendo y con
una taza de café a la mano. Un aire fresco había vuelto al departamento, él se
encontraba relajado como siempre, con ese halo de lobo solitario con el que lo
había conocido. Me saludó amablemente y me pidió algo para desayunar.
Sobre la mesa había quedado una
carta con los labios de ella dibujados, y yo supe con facilidad que el corazón
del joven se había subido al avión en los brazos de la señorita. No atiné a
preguntar nada por temor a sacudirlo, pues aunque se veía gallardo como
siempre, se notaba en el fondo que había quedado profundamente tocado por la
visita.
No puedo saber qué habrá pasado
con ella al partir, y tampoco si volverán a verse o si algún día podrán hacer
sus vidas juntos, lo único que para mí estaba claro en esa historia, es que
jamás había visto devoción y entrega más grande en dos amantes, era como si
hubiesen nacido el uno para el otro.
Los días pasaron y todo volvió a
la normalidad, jamás se habló del tema. Él trabajaba, reía con los amigos y
seguía siendo el mismo hombre de hierro con las mujeres, inaccesible, lo cual
para mí ya tenía una explicación, su corazón tenía inscrito un sólo nombre y
sabía amar a una sola mujer, aunque ella no estuviera. Jamás los escuché hablar
por teléfono o tener algún contacto, no supe que él planeara, hasta hoy, un
viaje a México o que ella buscase volver, sólo de vez en cuando, aquella carta
con el beso marcado aparecía sobre la mesa, en cada ocasión más desgastada…