Hace ya algunos años que mi madre
se incorporó al uso de las tecnologías contemporáneas, principalmente la
computadora y la Internet, como era de esperarse abrió su cuenta de correo y
comenzó a utilizar la herramienta para conversar en línea, justo ahí fue donde
vi la frase que me dejó pensando en el momento y que se convirtió en uno de mis
principios de vida, en el apartado donde uno puede colocar un mensaje personal,
mi madre tenía escrito lo siguiente: “La integridad es el fundamento de toda
bondad y grandeza verdadera”, cuando lo vi, recuerdo haberlo leído más de una
vez tratando de que hiciera eco en mi mente y procurando una comprensión más
allá que el mero gusto de decir “qué bonita frase”, procuré en ese entonces que
tuviera algún sentido y me di cuenta que integridad era una palabra bastante
abandonada en nuestros tiempos, empecé a pensar en cuántas personas conocerían
su significado o su sentido, que es en todo caso lo que importa.
Después de meditar sobre el
desconocimiento de la palabra en sí, extendí mi duda y reflexión a más y más
palabras, recordé las ocasiones en las que he tocado el tema de valores en
cursos y conferencias y cómo era muy difícil obtener respuesta cuando generaba
la pregunta de lo que significa respeto. Dignidad es otra de las grandes
olvidadas, yo misma he tenido que hacer consciente mi desconocimiento para
emprender una búsqueda activa y llegar a darle sentido para poder incorporarla
a mi vida con mayor fuerza. No es que desconocer el significado nos impida
vivenciar los valores, pero conocerlo fortalece el darse cuenta y nos ayuda a
conducir una vida con principios claros, lo que al menos para mí ha sido muy
importante, me ayuda a tomar decisiones, a establecer prioridades y a mantener
mi rumbo en marcha, en pocas palabras, me facilita la vida.
No haré de éste documento un mero
marco explicativo de los valores, prefiero centrarlo en el concepto que dio
origen a ésta reflexión. Aunque por aquellos días logré significar para mí lo
que es integridad, es apenas hoy, cuando pretendo transmitirlo más formalmente
que me he decidido a remover del estante de libros el siempre útil diccionario
y ver qué dicen los que saben al respecto del significado, lo que encuentro es
lo siguiente; integridad: cualidad de íntegro (íntegro a su vez tiene por
principal significado, “que no carece de ninguna de sus partes”), no iremos más
lejos buscando significados, porque éstos suelen estar cargados de la moral de
quien los escribe en un determinado momento histórico, así que partiremos de lo
básico.
Al decir que íntegro es algo que
no carece de ninguna de sus partes, ¿A qué podríamos estarnos refiriéndose
tratando de seres humanos?, me atrevo alevosamente a descartar el cuerpo,
basándome en el criterio de que el contexto en que nos movemos es el de los
valores y éstos se suponen trascendentes al cuerpo, de no serlo, tendríamos que
conformarnos con pensar que la justicia morirá con el último hombre justo y eso
restaría sentido a muchas luchas, los valores se mueven en el mundo de los
ideales, de las cualidades que el espíritu aspira alcanzar. Al descartar el
cuerpo, no estoy diciendo que no se necesita uno para el presente análisis,
sino tratando de dejar en claro que el cuerpo de una persona es humano y,
aunque suene redundante, es cuerpo, aun cuando carezca de alguna de sus partes
o cuando de alguna manera se aleje del patrón normativo de cómo “debe” ser un
cuerpo.
Desde lo dicho en el párrafo
anterior pasemos entonces a pensar en cuáles pueden ser las “partes” de un ser
humano, el cuerpo está ya establecido, qué sigue ahora, quizá arriesgarnos a
hablar de facultades intelectuales, afectivas y del espíritu, es un tema que
seguramente se prestará a discusiones interminables, así que no voy a meterme
en discusiones filosóficas, porque mi interés es hacer de éste, un texto
práctico.
La integridad, según la concibo,
está relacionada con esa capacidad del ser humano (de quien la trabaja) de
vivir conectado consigo mismo y desde ahí, con el mundo, reconociéndose como
parte de éste en una relación bidireccional y recíproca. Vamos paso a pasito,
primero, creo firmemente que la integridad requiere esfuerzo por parte de la
persona, el esfuerzo para conocerse y hacerlo constante y continuamente, actualizarse
como se diría en el campo de la Guestalt, lo cual implica revisar(se) y renovar
lo que sea necesario, por ejemplo, si cuando era pequeña guardar silencio ante
una injusticia en casa me funcionaba para permanecer protegida, tengo que
pensar en mis 27 años si esa manera de proceder aun me funciona y en que contextos,
tengo que reconocer que en mi presente cuento con otras herramientas y
posibilidades y entonces, desde ahí actualizar mi ser en el mundo.
Partimos entonces de conocerse a
uno mismo, esto implica también conocer nuestra historia y aceptarla, cosa que
no suele ser fácil, por eso digo que se requiere esfuerzo, pero digo también y
totalmente convencida, que vale la pena. En nuestra historia seguramente
encontraremos de todo, como en un camino por el bosque, habrá piedritas,
piedrotas, florecitas, grandes árboles, ríos, animales, etc., y no estoy
poniendo delante de ninguna de éstas cosas un juicio de valor, pues una
piedrita puede estorbarme en el zapato, pero puede servirme si quiere ahuyentar
un animal que me asuste o puede divertirme si la lanzo a un lago para formar
hondas, así que cada uno de nosotros deberemos ir apartando los juicios de
valor de nuestras experiencias para poder asumirlas, explorarlas y acomodarlas.
No estoy hablando que todo será sonrisas y sentimientos positivos, al
contrario, estoy pidiendo que demos paso a nuestra historia tal como es y tal
como se siente. Es maravilloso poder decir “esto me duele” desde la
tranquilidad de sentirnos libres de sentir.
Ésta limpieza y acomodo al
armario nos permitirá ubicar con claridad lo que es realmente importante para
cada uno de nosotros, nos permitirá identificar nuestro pensamiento, saber cómo
y qué pensamos. Por supuesto que nos dará la libertad de sentir nuestras
emociones y deseos, sean cuales sean, y entonces ser capaces de tomar decisiones
en nuestra vida basados en el respeto a nosotros mismos, recordando siempre
nuestra relación con el mundo, porque si el mundo es parte de mí (y yo de él) y
yo me respeto, por consecuencia respetaré al mundo (con todo y el otro
incluido).
Por ahí más o menos va el camino
de la integridad, por la posibilidad de estar completos desde nosotros mismos y
entonces ir buscando la congruencia entre nuestro rumbo, nuestro camino y
nuestro proceder. Qué quiero, qué necesito para lograrlo y cómo voy a
conseguirlo, por decirlo de alguna manera. Y mucho ojo, no se trata sólo de
pensar en que quiero un auto nuevo o el teléfono de moda (puede ser, aunque
sería bueno comprender para qué lo quiero o por qué), sino de aquellas
condiciones dan sentido a la vida. Mucho tiempo he escuchado que las personas
quieren un mundo mejor, pero conozco muy pocas que se esfuerzan, desde el
trabajo personal hasta la acción, por conseguirlo. Por eso es que la integridad
es el fundamento de toda bondad y grandeza verdadera, porque sin integridad lo
que hacemos y “parece bueno o grandioso” es quizá sólo un momento de gloria
para un ego vacío, es muchas veces una falta de respeto para el mundo (y por
ende para nosotros mismos).
No podemos armar un rompecabezas
si no sabemos dónde están todas sus piezas, así que la invitación es a buscar
dentro ese o esa que soy realmente y a vivir acorde a lo que quiero, si piensas
que de nada sirve que te esfuerces, entonces aun te hace falta encontrar la fe
en ti mismo o en ti misma, sigue buscando cada una de tus partes, tu amor, tu
confianza, tus ideas, tu creatividad, tu solidaridad, tu sonrisa, tu voz, tu
placer, tu egoísmo, tu vanidad, tu ira, todo lo que eres, lo que brilla en ti y
tu lado oscuro, porque cuando logres sentarte a conversar son ese lado oscuro y
dejes en claro que te pertenece, entonces estarás en el camino de asumir tu
vida y con ellos tu felicidad. Libre de juicio, te invito a conocerte, a ser
generador o generadora de bondad y grandeza verdadera.
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