lunes, 23 de septiembre de 2013

En sus negros ojos brillaba la luz de una idea. Ésta había empezado en algún lugar cerca de su pecho, saltó de repente como un cocodrilo en presencia de la descuidada presa. Ahora, con sus dientes afilados devoraba su pasión exigiendo convertirse en realidad. Así es la vida, se decía mientras contemplaba la luna como si ésta fuese a darle un plan detallado de cómo llevar a cabo aquella travesía. 
Nada sucedió después de algunas horas, el cuerpo seguía inerte y el fuego se iba apagando para dejar lugar al frío que enmarcaba la rutina. Un vicio, sin duda, ese de hacer siempre lo mismo, aquello que le fue encomendado desde que vio por primera vez la luz. Que difícil es tener un destino, pensaba para sí, mientras con sus manos daba forma a una escena repetida muchas veces entre quienes vienen marcados con el sello del deber. 
Dichosos los que renuncian y aman, si acaso alguna vez levantaba la vista, podía mirar el mismo brillo en los ojos del ajeno y del hermano. Cuando la vida daba pie a la expresión de lo profundo de su alma, todo podía resumirse en un suspiro. Quién eres? La legítima pregunta surgía una y otra vez frente al espejo. 
Vencido por el tiempo y el cansancio, cae cada noche deseando amanecer siendo tan sólo él mismo.