martes, 11 de junio de 2013

Semilla florecida en lava

Está grabado en la tierra cada escalón del tiempo. Tú eres mi locura y mi locura soy yo mismo. Yo soy un Pegaso desalado incapaz de despegar del mundo que me ha construido hombre, soy la roca que se mueve a voluntad de viento y agua. Tú eres el marfil de mis sueños, el enredado y doliente despertar de mi tertulia con un corrosivo minotauro. Yo soy quien te sacude y tú quien se me antoja un ardiente abismo. Sentados sobre madera se acerca la cordura para hablarnos al oído, tan sólo un segundo de tu ausencia me regresa al fondo de ese mar de lava donde habitan mis demonios bailando con sirenas. Las formas de las nubes me invitan a saltar, pretendo atravesarlas y estrellarme con un mundo que apenas late. Aquí, en el aire suspendido, el sol es más brillante y el túnel aquel, se pinta cada vez más sombrío. Las garras de la luna estremecen mi alma en el delirio de una imagen tan imposible como mis miedos lo permitan. Eres sin duda el camino sin fin, sin retorno, el bosque húmedo y espinado que guarda el paraíso de mis noches. Soy el cuervo negro posado en la puerta de la habitación de tu vientre, soy la serpiente enredada en tus muslos, soy la piel de aquella fruta que se desviste en tu boca. 
Somos así, todo y nada, la verdad puesta en la mesa de este mundo, se pinta de mentira. Lo que nadie comprende, lo que vive en mi pecho y pesa en mis hombros. La mañana de una noche eterna, la mirada de un ciego, la terrible canción que delata lo que es posible pero no está permitido. Somos el aire en los pulmones de una historia escrita al pie de las páginas de los libros de nuestra vida. Somos un momento y nada más, uno de esos que se quedan para siempre, que se graban en los huesos, que nos dejan suspendidos en la posibilidad de un mundo entero, el tuyo, el mío, el nuestro. Somos la leyenda que esperaban nuestras alas, el mazo y la seda, el sol naciente, las letras que danzan al sonido de la pasión escurrida sobre una pared que se asume pecado. Somos el auténtico ruido enmarcando el protocolo de lo aprendido. El camino prohibido, el bendecido por aquellos que entienden del amor a la tierra, de la fuerza del río y la dualidad del fuego. Somos mi pluma que no para de penetrar ésta hoja que vibra como tu cuerpo al roce de una mirada. Somos también el dolor que nos embarga, que inunda ajenas almas, las de aquellos que respiran y sienten como veneno el suspiro de esa nada. 


Breve

Sumarse al mar desde el brillo de la luna.
Nacer en tierra con raíz andante.
Venir del viento en alas pares.
Y tras la sombra de un perenne fuego, quemar las naves.

domingo, 9 de junio de 2013

Café anónimo

En un intento de escapar a crear una nueva realidad me puse de pie, al instante me sentí descalzo y volví a caer sobre la cama sólo para buscar calcetines y zapatos, más rápido que nunca estuve listo para marcharme. Apresuré el paso y agilicé mi mente para buscar las llaves, fuera candados fui un milímetro más libre. Tan sólo iba en busca de un café anónimo, un lugar dónde encontrarme, dónde crearme, dónde ser y estar conmigo. Colgado del hombro llevaba mi armamento, una bolsa con cuaderno, tizas, plumas, colores, un poco de todo, menos goma para borrar pues iba dispuesto a errar y transformar en arte mis fallas. Era una extraña soberbia la que me invadía, algo que me hacía sentir que podía sublimar mi humanidad, mis debilidades, mis azules confusiones, simplemente necesitaba pintar el paraíso y de un salto perderme en sus formas, colores y texturas. 

Por fin, después de abordar el tren, llegué a un sitio que se me antojaba perfecto, pintado de naranja y sin muros ni ventanas, con las mesas sueltas como si fueran parte del equipaje de un vagabundo, ahí me quedé, dispuesto a todo, al café, a los sonidos, a las ausencias, al sol, a la luna y si se prestaba, incluso a la lluvia. 

Café servido y pluma en mano, nada pude más que ceder a formar el suculento cuerpo de una D que iniciaría hablando de deseo, con las palabras puestas en papel me fui haciendo realidad, la vida empezó a hablarme, el nudo en mi garganta fue cayendo a mis pies y al poco me di cuenta que era líquido y salado. Después de algunas letras, el verde de una selva enmarcó mi viaje al lugar dónde mi alma ha estado y mi cuerpo no alcanza a llegar. 

Me vi claramente, atado a las expectativas de un mundo que no se interesa por el amor y la felicidad, y al encontrarme ahí sentí compasión, sentí dolor y me abracé con la tibieza del bronce diluido, me animé con amarillo y verde danzando y me ofrecí el coraje y la pasión del rojo más encendido que encontré; poco después descansé mis emociones en varios matices de azul, busqué estabilidad en café que respondía al calor que llenaba mi cuerpo 

Suspiré y al darme cuenta que mi creación seguía atada al mismo mundo del que intentaba escapar... la dejé para tomar una nueva hoja.