viernes, 8 de julio de 2016

El terreno de lo irreparable

Así... como niños pequeños tomamos las "cosas" en nuestras manos y las aventamos por diversas razones, porque se resbalan en dedos torpes, para ver el efecto de la caída, porque no sabemos hacer nada mejor con ellas, así... como niños o quizá como adultos torpes, como seres obligados a aprender sobre la marcha mientras vamos pisando y rompiendo todo a nuestro paso, por no saber, por no querer, por no poder... Así es como un día ponemos un pie en el terreno de lo irreparable, en ese sitio sin vuelta atrás, en ese borrador puesto en escena sin oportunidad de afinar detalles. Así decimos, así escuchamos, así juzgamos, dictamos sentencia y condena, así rompemos corazones (incluido el que llevamos en el pecho), así matamos amores, esperanzas, amistades, ilusiones, así como así, "nomás viviendo". 
Así también somos la cosa aventada al piso por otro niño, y nuestro corazón se estrella contra el suelo y estalla en mil pedazos, a veces sana, a veces, aprende, y otras veces se pierden los pedazos que han salido volando por todas partes. Así todos, así todas, así juntos y a solas, así vamos sin tregua en esta vida de ensayo, "ojalá lo hubiera hecho diferente", "ojalá no lo hubiera hecho", "ojalá hubiera sabido que esa no era la respuesta correcta, la esperada", "ojalá hubiera podido leer tu mente y pensar como tú para saber exactamente qué hacer...". Todos esos son deseos de los corazones mientras aman, mientras se encuentran con la vida haciendo su mejor posible, esa "buena idea" que resultó ser lo peor que pudimos haber hecho, y así... algunas veces, se rompe lo que vuela y quien lo lanza, y nos vemos a oscuras intentando juntar los pedazos de una vida que no ha podido ser perfecta, ni para mí, ni para ti, ni para cualquiera en el mundo. Vemos nuestro libro lleno de tachaduras, con hojas arrancadas de nuestra memoria, con todas las veces que nuestra pluma dejó de pintar, y en medio de todo, la vida sigue, nada ni nadie se detiene a esperar a que aprendas, el precio se tiene que pagar por los errores cometidos y eso no tiene remedio. Quizá los bancos sean más indulgentes con las deudas que nosotros con el prójimo o con nosotros mismos, pero lo que hacemos es tomar aquel pedazo suelto de la vida de alguien como mazo y dar o darnos con todo, como si no hubiera un mañana... 
Así nos encontramos, juntando las piezas que alcanzamos a recuperar del suelo para ver qué figura logramos armar y eso le llamamos otro, y en el terreno de lo irreparable queda fijado con mayor facilidad cualquiera de nuestros errores, todo lo dicho en los momentos duros, todas las balas que se soltaron cuando no pudimos contener el arma dentro de nosotros, cuando perdimos el control, cuando no tuvimos "la mejor manera" o nuestra mejor manera no fue suficiente, no fue lo que se necesitaba o esperaba, así nos quedamos pisando en el aire, rotos y llenos de rencor, llevando el expediente de lo sucedido, abriendo el archivo para encontrar la manera de ir cada vez más profundo a esa tierra donde habita el dolor de los golpes de la vida, no los que sirven para aprender, sino aquellos que la hacen de suelo donde han de azotar nuestras mejores intenciones y nuestras peores estrategias.