miércoles, 25 de julio de 2012

Escribir a oscuras

Hay noches en la vida en que uno se siente profundamente solo, y es apenas hoy, después de 27 años, 7 meses y 8 días de haber nacido que logro comprender que uno se siente solo por la simple y sencilla razón de que lo está, y que esas noches, algunas veces se deben vivir solo, que incluso el ánimo triste, asustado o enojado, se puede disfrutar, contemplar y aprovechar. 

Escrito en un cuaderno... 

Un relámpago iluminó la habitación por un segundo o menos, yo estaba tendido sobre la cama escribiendo a oscuras, dejando que las palabras se creasen solas, sin necesidad de la aprobación por parte de mis ojos. Podía sentir como algunas palabras estaban deformes, otras mal acomodadas y algunas más incompletas, para ese mundo ciego nada era relevante, la forma perdía sentido y el contenido valía sólo la primera vez, cuando estaban siendo escritos, pues más adelante y con la luz encendida, parecerían tal vez sólo un montón de garabatos, eso si, garabatos perfectamente acentuados. 

Aquello era como la vida, el ensayo, por imperfecto que resulte, era lo único válido, pasarlo en limpio era sólo recordar, reescribirlo es intentar, en una nueva realidad y borrarlo equivale entonces a olvidar, claro que como está escrito con tinta, olvidar se complica, se puede intentar deshacerse del papel en que se encuentra, tirarlo, mojarlo, quemarlo y todo eso no evitará que haya sido escrito.  

martes, 24 de julio de 2012

Tratando de perder

Estoy aquí, tratando... tratando porque hasta ahora no lo consigo y supongo en verdad que aun no lo intento como debo para lograrlo, siempre que me descubro así me miro a los ojos y me digo que el problema es que realmente aun no quiero... 
Estoy en la lucha de perder para ganar, de hacer un espacio de mi mundo para dar cabida a lo que viene, a lo nuevo, a lo que dicen que puede ser mejor, pero durante mucho tiempo desperté y a mi lado estaba un sueño respirando y sé que no me puedo reprochar por haber perdido o por estar perdiendo, porque a cada paso he tenido que aprender y lo que hoy sé, hace 3 años no lo sabía y hace 5 menos. Sé también que perder es necesario, que dejar ir es saludable, pero nada de eso me logra convencer de querer perder (te), aunque hace mucho que perdí. 
El río que ha bajado de mis mejillas como cascada se agolpa en mi pecho y mis piernas dobladas, ahí mismo se seca y regresa a mí y consigo vuelve el recuerdo de aquello que pretendo aun no haber perdido, pero que ahora mismo no tengo. 
Saber de qué se trata es fundamental, no se trata aquí de perder, se trata de querer ver que se ha perdido. 

domingo, 22 de julio de 2012

El ausente

Recostado sobre una cama ajena, con los ojos hinchados y dolientes por el llanto que ya no se me permite con la misma libertad que hace 10 años, mirando fijamente un punto donde nada llamaba mi atención más que el eco resonante de mis pensamientos, ahí me di cuenta que era el mismo chiquillo que en la infancia solía refugiarse en el ausente cuando se sentía profundamente solo. 
Nadie mejor que el que no está para ser perfecto, todos los que hemos vivido ausencia, en algún punto de nosotros, debajo quizá del enojo, la tristeza y la confusión, se encuentra la inocente esperanza de que todo sea mejor si el ausente aparece, si ya no hay posibilidad en lo real, buscamos un refugio en el hubiera, en la fantasía de que con su presencia nosotros seríamos o nos sentiríamos mejor, nunca lo sabremos. El ausente es perfecto desde su ausencia, desde la imagen que hemos construido de él para nosotros, el ausente resuelve nuestra vida desde el deseo profundo de que así sea, el ausente es la salida, el escape, cuando se necesita un respiro de la realidad que nos rebasa con su aplastante presencia, el ausente no es el que vive materializado en alguna forma de energía, sino la imagen que nosotros hemos construido de nuestra realidad a partir de su imposible presencia. 
El ausente es una conveniente manera de representar la falta, esa fuerza que nos hace deseantes, que si en el mundo existe una posibilidad, por pequeña que sea, nos desvivimos por alcanzar su presencia y llenar ese vacío que ha dejado en nuestro ser, si tan sólo fuera posible volver a vernos, si me diera otra oportunidad, haré lo que sea para encontrarnos, en el cielo me está esperando, y cuando hemos pasado la linea de realidad, el ausente nos atrae a la muerte de muchas maneras, la muerte real, la muerte simbólica, la muerte parcial, la muerte como transformación constante, la muerte permanente, la muerte que da paso a la nueva vida. 
La magia del ausente radica en la condición que le da el nombre y a mí la posibilidad de darle vida y presencia a mi necesaria manera. 

Todo esto para decir que pienso en ti... 

sábado, 14 de julio de 2012

Lecciones de café


Era mayo hace un año, las cosas muy parecidas a como son ahora, el calor y las lluvias acompañaban dichos y creencias populares. En la ciudad donde vivo solían reunirse un grupo de mujeres jóvenes, quizá alrededor de los 30 o 35 años, casi todas casadas por lo que entiendo, y algunas ya con hijos. Yo sabía de esa reunión porque llegaban cada mes al restauran donde yo trabajaba, me parecían personajes muy llamativos, todas bien arregladas, a la moda, sonrientes, con un pícaro sentido del humor, hacían bromas de todo tipo, también hablaban del trabajo, por lo que me fui dando cuenta que todas ellas habían estudiado y tenían un trabajo bien remunerado, eran mujeres atractivas, y no sólo lo digo yo, sino lo confirmaba al ver a mis compañeros codearse entre ellos cuando las veían entrar, de tanto en tanto compartían una sonrisa coqueta, pero que yo supiera, nada más.
Ese mes del que les hablo sucedió algo muy triste para el grupo de amigas, lo supe desde que llegaron porque hacía falta una de ellas. Esa noche el humor era un tanto sombrío y parecían estar ahí por puro compromiso. Más allá de la tristeza, algo sucedía, algo que tardé mucho en entender, no estaban hablando de muerte, pero si parecía tener que ver con pérdida de salud, pero no era eso, era algo más, las miradas no podían sostenerse entre ellas y platicaban muy escuetamente de temas sin relevancia, casi todo se trataba de trabajo.
En aquella reunión no alcancé a comprender lo que pasaba, llegó junio y sólo tres del nutrido grupo se dieron cita, al verse se abrazaron fuertemente y tras un fuerte suspiro resolvieron hablar, el corazón me saltaba, ellas habían representado por mucho tiempo una aspiración en mi vida, yo era menor y estaba trabajando y estudiando con la intención de un día verme como ellas, pensar en las cosas difíciles que podían pasar, me hacía pensar en mi propia vida, me ponía el reto de entender que en todas partes existen los problemas. Y mientras imaginaba que yo era una de ellas, se abrió la conversación.
“¿Sabes algo de ella?”, esa pregunta surgió como llave oscura que abre la puerta a un mundo que quisiera ser negado, “Supe que se divorció”, apenas era una parte de la historia. Esa noche, con actitud de apoyo las amigas empezaron a compartir sus miedos y tristezas, “He pensado que también me puede suceder”, dijo una de ellas, y las demás respondieron afirmativamente para sí mismas, yo aun no alcanzaba a develar el misterio, pero no pasó mucho tiempo antes que mi intriga se resolviera.
Todas bellas, casadas,  con un buen trabajo, algunas con hijos, aun así, nada podía protegerlas de lo que se ha gestado en nuestra sociedad para las mujeres, lo primero que descubrieron fue que una de ellas tenía el Virus del Papiloma Humano, hacía tiempo había dejado de protegerse, pues vivía con su pareja y sentía que no era necesario. La noticia fue un balde de agua sobre su ropa de moda y sus accesorios finos, nada pudo hacer que estuviera exenta de aquella pesadilla y en medio de su dolor le había llamado a una de sus amigas diciéndole que ella sabía que eso podía pasar, pero en el fondo de sí no lo creía, que su esposo era un hombre preparado y no podía creer que al menos no se hubiese cuidado. Inmediatamente pensé en mi colonia, en los hombres y mujeres que ahí vivimos, en que ninguno de nosotros concebía la posibilidad del uso del condón con la pareja, a menos claro que ya no quisieran más hijos, pero nadie pensaba en una enfermedad.
Después de aquella noche, la amiga que recibió la llamada habló con su marido sobre usar condón, nadie hubiese podido esperarse la respuesta de aquel abogado reconocido que se la pasaba en defensa de los débiles y desprotegidos, o al menos esa era su imagen empresarial, miró a su esposa y duramente cuestionó la propuesta, le dijo que en un matrimonio no cabe la desconfianza, la ofendió y cuando ella quiso argumentar su punto, le soltó una bofetada exigiendo se callara, ella, una profesionista, económicamente independiente, no pudo decir más, el miedo la puso contra pared y guardó silencio, pero jamás volvió a ver igual a su pareja. Y yo pensando en las señoras de mi colonia, esas que aguantan tantos golpes y malos tratos al día y cuando se les pregunta dicen con certeza que es por el dinero, que ellas no pueden hacer nada, que quién va a alimentar a sus hijos. Ese día entendí, que más allá del dinero, que si puede ser un factor, hay algo más, algo que se gesta en nuestra crianza en la diferencia entre hombres y mujeres, algo que nos ha dejado desprotegidas desde la raíz, pensando en eso empecé a recordar escenas de mi infancia, a lo lejos la voz de mi madre que en un grito decía “Atiende a tu hermano que ya llegó de la secundaria”, y si un día pregunté por qué yo lo atendía y no él a mí o él se atendía sólo, la respuesta llanamente fue “porque eres mujer”.
Mi madre no era mala, simplemente tenía ideas que castigaban mucho a la mujer, incluso a ella misma, la recuerdo escondiendo el dinero para que mi papá no se lo gastara en bebida, la recuerdo asustada, tragando saliva y resistiendo la lágrima, la recuerdo a veces incluso rogando, otras veces atendiendo a aquel que tanto la maltrataba. Mi padre por su lado, era torpe, un día lo vi llorando en el patio de la casa y cuando me acerqué a abrazarlo me pegó un grito que salté del susto, me di la vuelta y cuando ya me iba me llamó, me dijo que no quería que lo viera así, que él era un hombre y no debía llorar, pero que se sentí muy triste porque no podía sacarnos de pobres, le dije que no se preocupara, que mi hermano y yo íbamos a juntar para comprarles sus cositas.
Ahora, después de todos estos años me doy cuenta como aquellos mensajes entre hombre y mujer nos hacen vulnerables, nos llevan a que un día bajemos la cabeza ante otro o pongamos la mano sobre otra, porque así suele suceder, pocas veces es al revés.
Dos años después de aquella experiencia, ya no veo a las señoras aquellas tomando café o cenando ensaladas, conseguí una beca y me decidí a estudiar una carrera. Después de la revelación aquella empecé a buscar cosas sobre género para leer y creo que poco a poco voy recuperando y reconstruyendo mi ser mujer. Hoy comprendo que ser mujer no quiere decir débil, ni sensible, ni tierna, a veces ni siquiera madre, ser mujer quiere decir ser persona, y si quiero puedo ser tierna y amorosa, pero si un hombre quiere también puede serlo. Hoy camino por la vida con una sola meta, ser feliz, como persona, porque ese es el punto donde hombre y mujer nos encontramos, ambos con el deseo de ser felices, ambos siendo, antes que cualquier cosa, personas. 

viernes, 13 de julio de 2012

Pequeñas historias de un fenómeno de luz

En estas noches oscuras en que mis labios no hacen mas que cantar tu nombre, en estas horas de arena en que la sangre pierde el rumbo y mi corazón parece estallar, es ahora cuando pienso en todo el licor que me he bebido recitando como loco el sueño aquel en que de frente nos topamos, es por un segundo que me declaro pintor y en mi mente cubro un lienzo con la escena en que nuestras miradas finalmente se vuelven a encontrar. 

Sobre la mesa un pastel que lleva días esperando su destino, solo moscas y hormigas se acercan y hacen fiesta donde nada más quedó lo roto de un suspiro cuando la muerte llegó a nosotros, estábamos por celebrar 112 lunas y un velo cayó sobre la luz de nuestras vidas... uno de estos días se acabará el pastel. 

¿Te fijaste que te miro? Sé que pudiste sentirlo, yo te estaba mirando de varias maneras, fijamente, de reojo,  de manera intermitente, dulcemente, juiciosamente, curiosamente... Y aun cuando no estabas, perdía la mirada para verte, ahora mismo te miro o al menos lo intento, te miro en tu historia, en tus palabras, miraba incluso tu voz, y miro fijamente aquel momento en que nuestro encuentro fue gustoso, ¿te fijaste entonces que te miro?...


jueves, 5 de julio de 2012

Confieso

Confieso que busco los momentos a solas para estar contigo, que a mis amigos imaginarios les hablo sin parar de ti, de lo que sueño contigo, incluso cuando no eres tú. Confieso que mis noches son para evocarte y que por las mañanas te apareces con el sol; que camino al trabajo te llevo de desayuno y que eres la historia que cuento de regreso a casa. Confieso que tu sonrisa brilla en mi memoria más que el mismo sol y que tu mirada es el anhelo de mis ojos, que el agua me recuerda los momentos en tu cuerpo y la luz de luna representa en mi historia un abrazo de ti. Confieso que soy alegre danzante de tus pechos, que la sombra en las paredes me hace sonreír, que el frío de mis manos me invita a esconderme bajo las sábanas buscando el calor que abrigaba tu cuerpo en el invierno. Confieso que soy gustoso de tus palabras que resuenan en mi mente, que bajan a mi pecho y vibran en mi estómago. Confieso que justo ahora quisiera ser amo del tiempo para repetir las aventuras que me harán volver a nacer. Confieso que estoy perdido en una serie de encuentros, abrazos, besos, que son nuestros tantos viajes los que me hacen suspirar. Confieso que aun que no existieras estaría tan prendado de la imagen de la que necesito estar enamorado