jueves, 15 de agosto de 2013

Historia inconclusa

Hey... no te vayas... Déjame hablarte un momento, detente, respira. Si quieres, puedo contarte una historia o hablarte de cualquier cosa aparentemente sin sentido. Sólo dame unos minutos, 5 o 7... nada va a pasar si te detienes ahora, o todo lo contrario, quizá algo pase. 
Si has llegado a ésta línea es porque ya estás conmigo, me gustaría tanto estar frente a ti en cualquier lugar del mundo y poder entrar en tu mirar en éste momento, escucharte también, saber quién eres, qué mundo quieres, qué piensas antes de dormir. 



Ninguna estrella salió esa noche, la luna era sólo un fantasma que marcaba su presencia con un dejo de luz escondido tras las nubes. La lluvia empezó a las 3 de la mañana, y aunque el perro ya dormía, su compañero daba vueltas en la casa sin poder resolver el misterio de un corazón que había encontrado perfectamente formado en las letras de un papel que alguien puso debajo de su puerta. Un Te Amo, así, sin entrada, sin  explicación alguna, sin autor, sin algún elemento conocido. 

Aquella fue la primera de muchas noches para el ermitaño que cada tercer día recibía una nota con unas pocas palabras escritas con una letra de un estilo muy particular, siempre una sola linea, "hoy te vi", "café con canela", "la respuesta es si", "un paso a la derecha", "tu mirada"... al paso de unos meses, todas esas lineas desconectadas podían bien formar una historia; hablaba de un ser enamorado, como algunos dirían. 

No alcanzamos a saber si quien escribía las notas sabía lo que había provocado en el destinatario, el perro mismo que le hacía compañía podía reconocer el cambio. Idea o no, las notas daban sentido a una parte de la vida de dos personas, o más quizá...


Era curioso saber... 

miércoles, 14 de agosto de 2013

El árbol y yo

De pie frente a un árbol, agitando sus brazos como quien establece una férrea discusión con un semejante, ahí como silueta de la noche, se encontraba mi cuerpo. Yo miraba atento aquella escena tratando de comprender el tema que había armado tal encuentro. El humano que me representa hablaba fuerte y a ratos bajo, guardaba silencio, se daba la vuelta y regresaba, el árbol mientras tanto sólo dejaba que sus hojas se agitasen un poco, lo que el viento sugería, emitiendo sutiles silbidos que no terminaban de ser una respuesta a tal provocación.

Aquel encuentro me obligaba a dejar mi asiento en la luna para acercarme a averiguar lo que sucedía, yo, aquel otro que no era cuerpo, pero que también me personifica y representa, tomé la siguiente nube que pasó cerca y bajé hasta el sitio aquel, entré lentamente en mi cuerpo y poco a poco fui comprendiendo el encuentro con los dos seres que al final eran parte de mí. 

Un cuerpo, pleno de emociones, había buscado al escucha perfecto, el de mirada sin juicio, el que recibe, el que expresa la vida con tal serenidad que era capaz de ayudarle a poner fuera todo aquello que necesitaba acomodar. No había discusión, solamente era un encuentro solidario entre dos amigos que mucho compartían... un mundo entero. Yo, como parte de los dos, sentí la calma que genera la sola comprensión de una situación antes sin sentido, yo, el volador y etéreo, estaba agradecido de haber tenido necesidad o pretexto para volver a ser uno con el que siente, con el que enfrenta. Yo, el generador de sueños, estaba ahora conciliando conmigo mismo, con el otro que soy yo. Pudimos entonces dejarnos sentir el viento, escuchar la voz que daba forma a toda una existencia, no la única, no una inamovible, sólo la de ese momento. 

Miré al cielo y me despedí de las nubes y de la luna, volvería a verlas y alguna vez iría de nuevo a sentarme y mecerme en sus cuartos menguantes, pero ahora, con los pies en la tierra, estaba complacido de sentir como el árbol, la tierra en mis raíces, mis pies plenos de frescura por el pasto que pisaba, me hacían identificarme vivo, la sed en mis labios me movía a buscar el agua y en el trayecto llenaba mi vida y mis sentidos con todo a mi al rededor. No lo niego, entre ratos la presencia de un cuerpo es pesada, sentir como se cansa, toparse con alguna espina que atraviesa, resultar herido, sin embargo, todo aquello se fue volviendo parte de la experiencia de abrazar la vida, y muchos de esos tropiezos vinieron seguidos de una luz que daba pie a muchas ganancias en pro de un crecimiento. 

Así fue, casi místico, bastante romántico si se lee en cuatro párrafos, la verdad es que no me tomó una noche, ni siquiera creo que cien noches hayan sido, quizá ni mil, es más, para que tengan todos una idea, aun estoy contando las noches en que ésa historia se va haciendo realidad.