sábado, 27 de octubre de 2012

Un pasito a la felicidad


Es muy probable que no me conozcas y que yo no te conozca a ti, si te estás preguntando a quién le hablo, no busques más allá de tu piel, estoy hablando contigo mi estado lector o lectora. Siempre que me dispongo a enfilar letras para ti, pienso y me pregunto cómo serás, dónde estarás tropezando con mis palabras, si de algún modo lo que escribo te sirve o te resuena, y pienso en ti porque te imagino tan humano o humana como yo, imagino tus ojos similares a los míos recorriendo éstas palabras, y suelo hacer esto porque tengo fe en que un día los seres humanos nos reencontremos en nuestra humanidad, así que ten por seguro que cuando escribo lo hago para ti, porque una parte de mi desee fuertemente que seas feliz, porque si tú eres feliz, éste mundo será mejor.
Una vez enviando el mensaje anterior, hoy quiero hacerte una invitación, he pensado mucho al respecto de nuestro mundo, de lo que está sucediendo y de cómo todos estamos siendo afectados. No sé si a ti te suceda, pero cuando me pongo a pensar en todo lo que pasa, me siento agobiado, a veces me enojo y otras veces me da tristeza; sin embargo llega un momento en que salto a lo que sigue y me pregunto ¿yo qué puedo hacer? Y entonces pongo manos a la obra y pienso si hay otros y otras como yo que están haciendo un esfuerzo por cambiar nuestra situación, y mi alma descansa cuando de repente conozco a alguien que tiene la misma pasión por reconstruir un mundo donde la felicidad sea prioridad y norma, esa felicidad que se siente brotar en el pecho ante los eventos más sutiles e inesperados, como ver un arco iris, como sentir la lluvia o ver un bicho de esos que suelen vestir coloridos uniformes.
Mi invitación de hoy se trata de eso, quiero invitarte a ser feliz. Seguro vas a pensar que lo digo como si fuera tan fácil, sé que puede no serlo, que construir felicidad implica esfuerzo, pero créeme cuando te digo que el costo de vivir sin darnos cuenta de la vida es mucho más caro. Vamos a hacer un trato, yo pongo la oferta del primer paso y tú decides si lo intentas, de cualquier modo así es, cada quien puede hacerse cargo sólo y únicamente de su propia felicidad.
Para empezar te voy a pedir que te detengas, si, que hagas una pausa en tu vida justo en este momento, respira profundo y presta atención a dónde estás, qué haces, cómo te sientes, cómo se siente tu cuerpo, qué llevas puesto, qué estás pensando, permanece por un momento aquí y ahora. Poco a poco regresa y guarda esa experiencia para ponerla en práctica durante toda la vida, ¿toda la vida?, así es, ser feliz es tarea de toda la vida y empieza por conocernos, sentirnos, reconocernos, construirnos y reconstruirnos. Aprender a hacer pausas en tu vida para sentirte, para escuchar lo que tu cuerpo tiene qué decir, eso es el primer paso, simplemente escucha, detén el juicio, evita lastimarte o recriminarte, sólo conócete, escúchate, trata de comprender y descifrar tu propia vida, descubrías que es mucho más productivo e interesante que estar al pendiente de personas que jamás conocerás.
Quiero dejar en claro que esto es sólo un primer paso para construir felicidad, se llama trabajo de base y consiste en darnos cuenta, darme cuenta de mí, de mi mundo interno, lo que siento, lo que pienso, cómo lo siento; también de mi mundo externo, lo que sucede a mi alrededor, cómo me relaciono con otros, dónde estoy, qué hago todos los días, cómo lo hago, si me gusta, si lo disfruto, por qué y cómo lo elegí, porque aunque nos resistimos a esa idea, la mayor parte de nuestra vida la hemos elegido, donde trabajar, con quién relacionarnos, tener hijos, qué comer, qué vestir. A veces creemos que lo hacemos porque no nos queda de otra, pero no es cierto, siempre hay opciones, siempre. Y me dirán, ¿qué opciones tengo yo?, debo trabajar, si no lo hago no tendré dinero y no podré comer y comprar cosas, ese es el punto, siempre hay opciones pero cada opción tiene sus consecuencias, puedes elegir no trabajar, pero sabes que eso tiene un costo, así como trabajar.
Sé que en lo real parece más complicado, pero no lo es, sólo que estamos acostumbrados a hacerlo todo en automático y por eso parece que siempre ha sido así y que así debe ser, pero si por un momento decidieras invertir en algo más, y me refiero a invertir tiempo, esfuerzo, energía; entonces te darías cuenta que muchas cosas son posibles.
Piensa ahora en algo que quieras, debe ser algo que no implique dinero, algo como caminar en la playa, tomar un descanso, darte un baño relajante, escuchar música, comer algo en especial, un abrazo, escuchar palabras bonitas o decirlas, escribir una carta, mojarte bajo la lluvia, hacer burbujas de jabón, dibujar. Y ahora tu tarea es pensar qué necesitas para hacerlo, busca soluciones, porque lo más seguro es que tu mente en automático encuentre obstáculos, pero tú eres más hábil y encontraras la manera de resolverlo. Esa es tu tarea de hoy, conseguir algo sencillo que quieras hacer y que puedas disfrutar. Práctica eso al menos una vez a la semana y si involucras de vez en cuando a tus seres queridos le darás un toque especial, ve y embárrales la cara con merengue o mermelada, hagan un intercambio de dulces o de tarjetas caseras, escríbeles algo lindo y déjalo donde puedan verlo, pídeles que te abracen, aprende un chiste y compártelo, o tan sólo detente a mirarlos.
Nadie puede devolverle el sentido a tu vida más que tú, anímate, atrévete. Eso sí, ésta invitación es de por vida, si renuncias en una semana no te garantizo que funcione, la idea es que aprendamos a disfrutar de nuevo, que volvamos a comer sintiendo el sabor y no sólo llenando la panza.
Espero de corazón que en mis palabras hayas encontrado al menos una idea que te sirva en la vida, no te conozco y no me conoces, pero seguro estoy de que somos parte de algo que funciona sistemáticamente y si tú estás bien y yo estoy bien, este mundo será un lugar mejor. Te dejo un abrazo de papel y por ahora me despido, no sin antes compartirte que hoy por la mañana me tocó la suerte de admirar un arco iris doble naciendo en el mar. Seguro algo bello se topará en tu camino si abres bien los ojos de tu alma. 

sábado, 13 de octubre de 2012

Haciendo el amor


Uno de esas mañanas reflexivas, con la luz del sol deslumbrando mis ojos al conducir, me puse a pensar en esas cosas que casi cualquiera piensa un sábado de octubre… ¿Qué será más fácil de encontrar… el amor o un buen trabajo? El motivo de mi reflexión es bastante personal, aunque no dudo que muchos estemos pasando por ese dilema y algunos lo hayan resuelto ya, no sé si con arrepentimiento o con la certeza de haber tomado la decisión correcta.
Aquella cuestión me llevó a una nueva pregunta, dialéctica interminable de mí ser conmigo… ¿El amor se encuentra o se hace?, llevo 27 años y 10 meses de vida, de los cuales llevo muchas, pero muchas horas hablando con personas y el tema recurrente siempre es el amor en todas sus modalidades, amor bueno, malo, dulce, amargo, amor gris, colorido, amor rápido, lento, suave, duro, pasajero, eterno, amor deseado, presente, existente, falso, verdadero, amor con ritmo, desfasado, amor a la fuerza, amor y punto.
Parece que el amor es uno de los eternos protagonistas de la vida del ser humano, y aunque parece estar presente en nuestra vida, nuestros sueños, deseos, fantasías y anhelos, es casi un total desconocido a la hora de la verdad. Si no me creen, pregunten a la persona de junto qué es el amor, escuchen su respuesta y luego pregunten si lo vive tal como lo describe, no, al parecer el amor tiene la capacidad de cambiar de forma al pasar de nuestra mente a nuestra realidad.
Una de las cosas que creo ayuda a que el amor sea algo en nuestra mente y otra cosa en nuestra vida, es que nos han dicho que el amor se encuentra, que existe por sí mismo mágicamente muy a pesar de nosotros, y que nos está esperando (o buscando) en algún lugar, que seguro hay alguien perfecto para ti (o para mí o tu tía, tu hermana, tu primo, tu mejor amiga y puede que hasta para tu perro), y si no, ahí están los dichos populares “siempre hay un roto para un descocido” (interesante, pues roto y descocido hacen referencia a la falta que nos hace sujetos deseantes, pero es ponerme ya demasiado teórico).
El asunto es, que hoy por la mañana pensaba que aunque puede ser que encontremos más química, chispa o lo que sea con algunas personas que con otras, lo que realmente hace la diferencia es lo que decidimos a la hora de convivir. Para empezar, la idea que cada uno tiene de sí mismo y de lo que es una relación es la primera capa del sándwich; siguiendo con nuestras habilidades relacionales, comunicarme, reparar, responder, dar, pedir, recibir, darme cuenta, entre muchas más; y todo eso al doble porque en una relación somos dos (cuando somos más la cosa se pone más compleja); después y con todo el trabajo personal que podamos hacer, está el encuentro cotidiano, más allá de los primeros momentos archirrequetecontraromanticos y cursis, el día a día de una pareja o una relación es el verdadero reto, mantenernos interesados en otro, invertir, en mí, en el otro y en la relación, teniendo en cuenta que una inversión es algo de lo que por supuesto esperamos ganancias, aunque a veces no sepamos leer las cifras, por ejemplo, si yo te hago una fiesta sorpresa de tu cumpleaños mi ganancia no será quizá que tú hagas una igual para mí, la ganancia empieza cuando surge en mí la idea y soy capaz de disfrutar la emoción que te va a provocar lo que yo haré con mi esfuerzo, cada paso que doy en la planeación se convierte en un verdadero disfrute, cuándo, dónde, quién será mi cómplice, la comida, los adornos, la música; iré planeando cada detalle y eso me dará goce; cuando finalmente llegue el momento de gritar sorpresa, disfrutaré mucho viendo tu emoción, es probable que en algún momento tu mirada se cargue de gusto y amor por mí y yo reciba encantado mi ganancia; además de todo eso, puede ser que algún día tú decidas tener conmigo un detalle, aunque eso en realidad es lo de menos.
El amor se hace, y la mano de obra es nuestra, tanto tú como yo somos responsables de la relación que formemos, si yo invierto en mí, en sentirme feliz conmigo, en ser quien quiero ser y tener proyectos personales, eso me hará tener buena energía para estar contigo; lo mismo pasa del otro lado, la idea del amor de pareja es que sea el postre de la vida, un encuentro cuando ambos estamos nutridos, de tal modo que nos podamos acompañar, sin que eso implique cargar.
Cargar con otra persona es muy pesado, pensar que yo debo “hacerle feliz”, es una de las consignas imposibles de esta vida, es soberbio de mi parte pensar que yo soy el productor y generador de la felicidad del otro, y por lo tanto, nadie puede estar a cargo de mi propia felicidad.
El amor lo hacemos tanto en el momento en que tenemos un detalle para provocar la sonrisa de otro, como cuando respiramos profundo y nos cargamos de paciencia para acompañarle en su dolor. El amor lo hacemos cuando ponemos límites y permitimos entonces que el otro crezca, lo hacemos también cuando aprendemos a respetarnos y a respetar al otro, a verlo, darnos cuenta que está ahí, completo, con todo lo que es, lo que tiene y además de eso, cuando comprendemos que los seres humanos estamos en construcción, estamos aprendiendo, cuando nos aceptamos y aceptamos al otro permitimos un lugar seguro para ser uno mismo y eso, eso es amor, gozar la existencia del otro (y la propia).
Hacemos el amor cuando identificamos algo que duele o lastima y nos decidimos a experimentarlo, reconocerlo, trabajarlo. Hacemos el amor cuando nos disponemos a pagar los precios que conlleva una relación, porque las relaciones tienen precio, cuántos de nosotros nos hemos enfrentados a familias y amigos que desaprueban una relación, decidir dar su lugar a una persona implica tal vez que otras en mi vida se enojen, pero yo debo saber respetar tanto el lugar de mi pareja, como el enojo de aquel o aquella a quien no le parece. Yo puedo marcar el límite haciendo saber que si quieres enojarte está bien, yo no quiero perderte y eres importante para mí, aquí estaré y te quiero. Me quiero también y por eso me respeto.
El amor se hace de muchas maneras, básicamente reconociendo y aprendiendo, practicando, compartiendo, hacer el amor es un verbo y para vivirlo se tiene que conjugar en gerundio, porque el amor no se hace un día y se queda hecho, el amor lo estamos haciendo en cada momento, yo ahora lo hago, pensando en todas estas cosas que seguramente aportarán algo a mi relación. El amor requiere como todo, mantenimiento constante, primero cada cual de sí mismo y luego del encuentro, qué pasa cuando somos nosotros, cómo somos nosotros, qué hacemos juntos, qué no hacemos, cómo lo hacemos.
El amor vive en nuestra mente de una manera, muchos tenemos ideas de cómo debería de ser el amor, lo que no sabemos es que los encargados de darle esa forma somos nosotros mismo, yo trabajaré en mí para ser feliz y ser una buena pareja, esperando que tú (todos los tú de afuera) trabajes en ti mismo/misma para ser feliz y ser una buena pareja y así un día nos encontraremos y podremos acompañarnos sin cargarnos, amarnos sin atarnos, tocarnos sin lastimarnos y muchas cosas más. La idea de hacer el amor juntos es emprender esa aventura que es la vida y hacerlo con la posibilidad de compartir, es aprender a vivir esa experiencia diferente que es estar con otro, sin dejar de saber estar conmigo.
Yo quiero hacer el amor con alguien que se anime a invertir, quizá el encuentro deba tener de requisito básico (en mi caso particular) ese detalle, yo sólo podré hacer el amor con alguien responsable y que quiera hacer amor…

Tú, ¿Cómo haces el amor? 

jueves, 11 de octubre de 2012

El armario 1

- ¿Qué estaba haciendo aquel hombre sentado en la banca del parque?
- Dicen que hacía el amor
- Yo le vi una navaja en la mano
- Llegaste cuando lo estaba labrando
- No entiendo lo de hacer el amor con una navaja
- No te preocupes, nadie salió herido
- Pero para qué la navaja
- Para dar forma
- Igual me asusta

Llegué aquella tarde a mi casa y vi mi armario cerrado, hacía tiempo permanecía así pues todo lo que usaba circulaba continuamente por los otros muebles de mi habitación, de la silla a un lado de la cama, a la cama, al bote de ropa sucia y una vez lavada, a la silla de nuevo, de vez en cuando pasaba un tiempo en la mesa de planchar. 

Al ver mi armario me pregunté cuántas cosas podía haber dentro, cuantas olvidadas pero aun existentes, cuántas importantes, cuántas feas, cuántas hermosas, cuántas inservibles, cuántas que he tenido que volver a adquirir por no recordar que estaban ahí. Mi armario es pequeño y de madera, es una herencia de los muebles de casa de mi abuela, pesa como un enano de plomo y las puertas están aseguradas con una liga para el cabello porque ya no cierran solas, tiene muchas marcas en las tablas barnizadas en un tono más oscuro que el natural. Ahora que lo pienso, jamás me había detenido a observarlo con tal detalle, parece que siempre ha estado ahí formando parte de mi habitación, guardando todo lo que mágicamente hago desaparecer pero no me animo a borrarlo definitivamente. 

Lo miré fijamente durante 13 minutos, nunca pasaba tanto tiempo mirando algo que no fuera el televisor o la computadora, estar concentrado 13 minutos en una misma cosa me parecía una habilidad perdida entre los seres humanos. Podía sentir como mi respiración se tornaba superficial y agitada, sentía un extraño cansancio en la espalda, producto de la falta de costumbre, el dolor me obligó primero a estirarme y luego a ponerme de pie, aun así seguí pensando en el armario. 

Estaba planeando secretamente abrirlo, pero algo me detenía, una fuerza incomprensible y aparentemente sin sentido, sólo es un armario, me decía a mi mismo cuando percibía la resistencia a quitar la liga y dejar que las puertas cedieran para ver el interior. Algo continuaba como freno en mi cuerpo, de pronto sentí una holeada de nervios en el estómago que se aglutinó en mi garganta en forma de asco, sentí mareo y me sorprendí a percatarme de las reacciones que provocaba en mi echar un vistazo a aquel mueble. Respiré profundo y di cabida a una duda, ¿qué podía haber dentro que me hacía sentir tantas cosas?...  

Hasta ahí llegó mi reflexión, aquellos minutos que eran ya 27, habían llegado al límite de mi paciencia y me sentía extrañamente cansado, no pude dar respuesta y no me decidí a abrirlo, pensé que no era el momento y estaba poniéndome de mal humor, así que me fui de mi habitación en busca de algo que me refrescara y me hiciera olvidar, necesitaba despejar. 

Una vez en la cocina, agua de limón fue lo elegido y un folleto me hizo salir de casa en busca de un producto para el cabello que estaba en oferta... 

Así fue mi primer acercamiento a lo desconocido y oculto de mi armario, experiencia que asemeja lo que sucede cuando, por alguna razón, nos detenemos en nuestro interior... cuántas cosas guardamos y cuántas veces nos alejamos de conocerlas, no puedo saber si volveré a intentarlo, pero lo cierto es que, aunque no quiera ver lo que hay dentro, existe y tiene un efecto sobre mi vida.