jueves, 11 de octubre de 2012

El armario 1

- ¿Qué estaba haciendo aquel hombre sentado en la banca del parque?
- Dicen que hacía el amor
- Yo le vi una navaja en la mano
- Llegaste cuando lo estaba labrando
- No entiendo lo de hacer el amor con una navaja
- No te preocupes, nadie salió herido
- Pero para qué la navaja
- Para dar forma
- Igual me asusta

Llegué aquella tarde a mi casa y vi mi armario cerrado, hacía tiempo permanecía así pues todo lo que usaba circulaba continuamente por los otros muebles de mi habitación, de la silla a un lado de la cama, a la cama, al bote de ropa sucia y una vez lavada, a la silla de nuevo, de vez en cuando pasaba un tiempo en la mesa de planchar. 

Al ver mi armario me pregunté cuántas cosas podía haber dentro, cuantas olvidadas pero aun existentes, cuántas importantes, cuántas feas, cuántas hermosas, cuántas inservibles, cuántas que he tenido que volver a adquirir por no recordar que estaban ahí. Mi armario es pequeño y de madera, es una herencia de los muebles de casa de mi abuela, pesa como un enano de plomo y las puertas están aseguradas con una liga para el cabello porque ya no cierran solas, tiene muchas marcas en las tablas barnizadas en un tono más oscuro que el natural. Ahora que lo pienso, jamás me había detenido a observarlo con tal detalle, parece que siempre ha estado ahí formando parte de mi habitación, guardando todo lo que mágicamente hago desaparecer pero no me animo a borrarlo definitivamente. 

Lo miré fijamente durante 13 minutos, nunca pasaba tanto tiempo mirando algo que no fuera el televisor o la computadora, estar concentrado 13 minutos en una misma cosa me parecía una habilidad perdida entre los seres humanos. Podía sentir como mi respiración se tornaba superficial y agitada, sentía un extraño cansancio en la espalda, producto de la falta de costumbre, el dolor me obligó primero a estirarme y luego a ponerme de pie, aun así seguí pensando en el armario. 

Estaba planeando secretamente abrirlo, pero algo me detenía, una fuerza incomprensible y aparentemente sin sentido, sólo es un armario, me decía a mi mismo cuando percibía la resistencia a quitar la liga y dejar que las puertas cedieran para ver el interior. Algo continuaba como freno en mi cuerpo, de pronto sentí una holeada de nervios en el estómago que se aglutinó en mi garganta en forma de asco, sentí mareo y me sorprendí a percatarme de las reacciones que provocaba en mi echar un vistazo a aquel mueble. Respiré profundo y di cabida a una duda, ¿qué podía haber dentro que me hacía sentir tantas cosas?...  

Hasta ahí llegó mi reflexión, aquellos minutos que eran ya 27, habían llegado al límite de mi paciencia y me sentía extrañamente cansado, no pude dar respuesta y no me decidí a abrirlo, pensé que no era el momento y estaba poniéndome de mal humor, así que me fui de mi habitación en busca de algo que me refrescara y me hiciera olvidar, necesitaba despejar. 

Una vez en la cocina, agua de limón fue lo elegido y un folleto me hizo salir de casa en busca de un producto para el cabello que estaba en oferta... 

Así fue mi primer acercamiento a lo desconocido y oculto de mi armario, experiencia que asemeja lo que sucede cuando, por alguna razón, nos detenemos en nuestro interior... cuántas cosas guardamos y cuántas veces nos alejamos de conocerlas, no puedo saber si volveré a intentarlo, pero lo cierto es que, aunque no quiera ver lo que hay dentro, existe y tiene un efecto sobre mi vida. 








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