martes, 28 de agosto de 2012

Una fracción de las mil palabras

Justo la media noche, un millón más uno de pensamientos se agolpan en mi cabeza, mil maneras de decir lo mismo que acaba siendo el diálogo de uno solo, imposible hazaña me aguarda tratando de responder los misterios de un corazón que no late en mi pecho. 
¿Por qué? Esa pregunta tramposa que tortura a aquellos a quienes nos invade el insomnio correteando el corazón para hacernos sentir la sangre por todo el cuerpo como bomba a punto de estallar. No sé cómo explicarlo, a pesar del número interminable de palabras que desfilan dentro mio, aun así, no tengo idea de qué pudiera yo decir ante semejante situación, mi parte, la sé, aunque no pueda liberarme de aquel yunque que me cuelga del cuello con un millón de notas sobre cada evento que sentí como una navaja entrando en mi piel, heridas abiertas algunas y las demás, cicatrices que han transformado mi piel tal vez para siempre. 
Yo en tu lugar, imposible, es tan sólo la expresión de mi deseo la que repite una y otra vez cuál sería la solución a este encuentro sin fin. En el silencio de mi habitación, con una tenue luz que me impide nombrar oscuridad a lo que me rodea, ahí, en ese escenario es donde repito una y otra vez la escena que nos saque de este eterno laberinto, trampa de acero totalmente falaz, hace tiempo he visto ya una puerta en cada esquina, es mi ingenua ilusión la que me mantiene dando vueltas como si no hubiera salida, todo esto a la vez que el tiempo me anuncia que si yo no camino hacia la puerta, de un golpe ésta se azotará en mí sacándome para siempre de tu vida. 
Escucho en tus palabras, suavemente, el reclamo por las heridas que mis filosas palabras y miradas han dejado en tu ser, en el mismo canto que propone un regreso, ahí mismo se encuentra el dolor que evidentemente lo impide, las recibo, lo asumo, lo acepto, ahora te pido comprendas mi distancia, ha llegado el momento en que no quisiera seguir construyendo dolor, he tirado la toalla pues siendo atento confieso que quizá ahora las espinas son más grandes que el aroma y la belleza de las rosas, espero lo puedas entender, espero también que en mi ausencia dirijas la mirada a tus ojos y descubras de nuevo tu camino, tu brillo, tu luz, tu belleza, todo lo que necesites para ser feliz. 
Catorce minutos han pasado desde que vi el reloj la última vez, en la garganta un nudo como piedra me anuncia la dificultad para conciliar el sueño que se avecina, con música en mi pecho le daré la bienvenida, pues quizá es momento de darle paso al dolor, porque sentirlo también es parte de sanar, porque incongruente sería hablar de perdida sin dolor, porque dudaría de mi humanidad si no confieso que me tiemblan las manos, me duelen los ojos y un rinoceronte se agolpa contra mi pecho, y confieso también que a pesar de eso soy capaz de sonreír, porque me permito caminar, porque veo en mi actuar una pizca de respeto a tu vida, a veces no voltear es lo mejor, mantener la vista en el camino, al frente, quizá a los lados, pero resistir la tentación de encontrar esa mirada que nos ancla al pasado. 
No hubo más en tu cuerpo para el mío, no hubo más en mi amor para tus brazos, no cabe nada ya en la caja de ilusiones y se perdieron esas cartas de esperanza. Tantas palabras nos mintieron a los dos, firmamos cartas, compromisos incumplidos, hoy sólo queda ya el postdata de las gracias, bajar sombrero, mojar mirada, pintar sonrisa y continuar. 

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