domingo, 22 de abril de 2012

Ira

Desde las entrañas se yergue un dragón, sus palabras envueltas en fuego hacen trizas el canal por el que atraviesan, dentro se sienten las alas revolotear tratando de escapar de uno, mientras el pecho se contrae para mantenerlo cautivo, el pueblo entero corre, se refugia en un lugar donde no pueda ser alcanzado, un sitio apartado donde incluso, si lo destruye, no tenga mayor consecuencia en las aldeas aledañas. 
Corrientes de aire corren por el camino y el fuego toma dirección, sin darse cuenta, la llamarada ha sido conducida hacia el río, en cual fluye como si un gigante acabase de tragar saliva. Las nubes se agolpan en lo alto del cielo, aquellas que parecían suaves corderos ahora rugen como feroces guerreros dispuestos a luchar esa batalla. 
A lo lejos, ajeno al pueblo víctima del implacable dragón, se escucha el llanto hecho canción de un pueblo vecino, su cercanía ha hecho de sus habitantes amigos, amantes, familia, por lo que sus voces alientan al guerrero, sabiendo que estando en calma los dos podrán celebrar. 
Así, así es como sucede la ira en todo mi cuerpo, falta hablar quizá de los terremotos que se producen por la inestabilidad de mis pies al camino cuando el enojo me envuelve, falta quizá decir que en mis manos siento la sangre correr acaso como río de lava dispuesto a destruirlo todo, pero calma, la noche se hace al cerrar mis ojos y el fresco del viento que corre provocado por mi respiración silva apaciguando el ánimo. No puedo decir que no ha pasado nada, pero lo que ha pasado, de cierto os digo, ya pasó. 

domingo, 8 de abril de 2012

La luna en mis días cotidianos

Duermo con la prisa del mañana, no un mañana cualquiera, sino uno que abre las posibilidades del encuentro. Sueño con tu presencia, múltiples colores te acompañan y yo me regocijo en tu mirada que construyo al soñar en varios sentidos. Despierto y repaso lo soñado queriendo encontrarte y tenerte aquí, conmigo, frente a mí. Me levanto y al emprender mis labores me encuentro tus letras, sorpresivamente un torrente de lágrimas asalta mis ojos y todas las palabras que quisiera decirte se aglomeran en mi garganta; acomodo unas cuentas y las mando de regreso.
Vivo con la cabeza en la luna, repasando su contorno, llenando sus cráteres de agua para nadar en ellos, flotando más que caminando por la falta de gravedad que hacen elevar mis pies del suelo cuando creo que tras el encuentro todo es posible. Vivo con su brillo nocturno y sus repentinas apariciones diurnas, quiero llamarle del modo que mi corazón le llama. Soy el astronauta más perdido de la tierra, son un vagabundo de tu alma que prefiere la vida del sueño donde suele encontrar tu mirada, tu voz, tu sonrisa. Soy el que aprovecha la brisa para enviarte una caricia. 

viernes, 6 de abril de 2012

El lenguaje y el despertar social

Suelo decirle a la gente que para solucionar un problema, primero hay que ver que existe. Siempre uso el mismo ejemplo, me paro frente a todos, estiro la pierna izquierda hacia un lado (el izquierdo) y dirijo mi mirada hacia el lado contrario. Les digo entonces que si algo muy grande y pesado cayera sobre mi pierna y mi cuerpo colapsara por el dolor y yo dejase de sentir mi pierna, entonces no podría saber lo que suceda a menos que voltee a ver, podré estar desangrando, pero como no siento porque mis nervios al sentir mucho dolor se desconectaron, no me informan. Esa mirada que hace falta para ver que algo sucede con mi pierna, yo la equiparo con la conciencia, con el darnos cuenta, sólo hasta que podemos ver que algo sucede es cuando tenemos la posibilidad de buscar opciones para solucionarlo, y siempre digo que quizá al principio serpa muy difícil ver mi pierna herida, sangrando, quizá en ese momento sienta dolor el percibir con los ojos lo que sucede, o me de un ataque de pánico o no sé... pero después, cuando logre respirar, cuando el llanto haya cesado o cuando mis gritos hayan atraído a alguna persona, entonces podré hacer algo, quizá pedir ayuda, o mover aquello que está sobre mi pierna, aplicar un torniquete para que deje de sangrar, mientras yo no la vea, no puedo hacer nada por salvarla o salvarme, pues de seguir así, aunque yo no vea, ni sienta nada, las cosas siguen pasando y puedo perder la pierna y hasta la vida. 

Ahora bien, qué pasa a nivel social, cómo funciona, es un poco diferente cuando somos muchos la mirada no es suficiente, porque cuando somos más de uno necesitamos hablar entre nosotros para decirnos lo que pasa, en lo social, la conciencia parte del lenguaje, las cosas que pasan hay que nombrarlas para darle existencia entre nosotros, incluso para hacerlas cuestionables, cuando hablamos de algo, cuando lo ponemos sobre la gran mesa de la sociedad, se vuelve perceptible, podemos saber que existe y decirle a otros que existe, y no sólo eso, sino también podemos saber cómo existe y entonces hablar sobre si la forma en la que existe es la única en la que puede existir, desde cuándo existe, cómo surgió, dónde existe, para qué. Mientras no nos atrevamos a nombrar, mientras sigamos dando pie a la cultura del simulacro donde todo parece pare nada "es", seguiremos cazando fantasmas y no podremos atender lo que realmente nos esta haciendo sangrar, aquello que nos lastima y nos puede llevar a perder todas las piernas sociales que tenemos o a rechazar la posibilidad de tener nuevas piernas. 

Nombremos, hablemos de lo que pasa, hablemos de cómo lo vemos y lo vivimos, hablemos de nosotros y escuchemos a los otros, encontremos en el compartir las posibilidades. El silencio a legitimado muchas cosas que nos lastiman como la violencia, hablemos con nosotros y entre nosotros, hablemos para relativizar muchas de las normas sociales que nos hacen daño, como el estigma y la discriminación. Habla conmigo, yo quiero hablar contigo. 

miércoles, 4 de abril de 2012

Miradas

Hace algún tiempo, años en realidad, varios, más de cinco por lo menos, contaba con un grupo de amigos en el que reinaban las mujeres y éstas decidieron tener una "noche de chicas", a lo que el caballero, pareja de una de ellas y yo, amigo de todos pareja de nadie, decidimos responder con una atinada "noche de chicos". Las chicas en su noche fueron a bailar, y sin duda a sentirse libres de vivirse coquetas, seductoras, a permitir que las copas fueran y vinieran patrocinadas por alguien que gustase de verlas, finalmente esas son algunas de las libertades que la presencia masculina les niega. Nosotros, por nuestra parte seguimos una "tradición" muy de machos y nos fuimos a un "table dance". Bien, lo que hoy me remite a esa noche, es que me ha pasado algo similar desde lo más sutil de mi experiencia. Sentado en la mesa viendo a las chicas bailar una pieza rápida y una lenta, quitándose la ropa poco a poco, me sentía extraño y realmente poco seducido, pero como en todas las historia llega el momento en que todo cambia, y así fue, de pronto una bailarina con experiencia, no es que yo lo sepa, es que lo sospecho, salió a escena y se convirtió en mi centro de atención. Cuando mi compañero logró notar que por fin habían despertado mi curiosidad me preguntó cómo me gustaban las chicas o qué me gustaba de ellas, lo pensé por un momento, y en un breve repaso comprendí la diferencia entre ella y las que habían salido a bailar con anterioridad. Entonces, ya iluminado, y no precisamente por los reflectores del lugar, pude responder a mi compañero de juerga, "me gustan las que me miran" le dije, creo que fue una respuesta con poco sentido para él y quizá en ese momento había muchas cosas que lograron interesarle más que mi respuesta, ante la cuál supongo no tenía nada que discutir, pues creo que esperaba la oportunidad para abrir una conversación sobre los cuerpos y sensuales movimientos de las bailarinas, pero las miradas son muchas veces devaluadas como elemento seductor en esos lugares. 
Bien, aquel momento terminó ahí y hoy me sirve de referencia para comprender algo nuevo. Recientemente, la semana pasada, fui al Distrito Federal a un taller sobre temas de mi interés, en una de las actividades se dio la ocasión de conocer a un chico de modos muy amables y mirada insistente, desde ese momento me sentí a gusto y sin embargo sabía que por la naturaleza del encuentro quizá sería sólo un momento. Hoy, gracias a las redes sociales (virtuales) he vuelto a saber de él y me regresó la grata sensación de su mirada, haciéndome pensar en todo lo que viene con el contacto. 
A mi, la mirada me seduce, porque me da existencia, la mirada es la posibilidad de existir, de ser creado y recreado más allá de mis límites, donde ni siquiera yo me puedo conocer, la mirada acaricia, celebra la vida, da lugar, la mirada nos coloca en la memoria, y en algunos casos nos lleva a ser nombrados, esa es la mirada que a mi me place, la misma que yo le doy a las estrellas aunque no sean más que un cúmulo de gases, así también al otro le doy mi mirada y cuando el otro me mira, yo me regocijo en mi existencia, en la presencia y en la posibilidad del amor, del un amor que no siempre se empareja, de un amor que no siempre es sexual, ni erótico, ni romántico, de ese amor que tan sólo se vive como la alegría de que tú existas, eso es lo que a mí me provoca la mirada, por eso cuando se me regala la recibo, porque me nutre, me dibuja, de anima. Soy en parte el reflejo de luz que al contacto de los ojos forma mi imagen en ti.