miércoles, 4 de abril de 2012

Miradas

Hace algún tiempo, años en realidad, varios, más de cinco por lo menos, contaba con un grupo de amigos en el que reinaban las mujeres y éstas decidieron tener una "noche de chicas", a lo que el caballero, pareja de una de ellas y yo, amigo de todos pareja de nadie, decidimos responder con una atinada "noche de chicos". Las chicas en su noche fueron a bailar, y sin duda a sentirse libres de vivirse coquetas, seductoras, a permitir que las copas fueran y vinieran patrocinadas por alguien que gustase de verlas, finalmente esas son algunas de las libertades que la presencia masculina les niega. Nosotros, por nuestra parte seguimos una "tradición" muy de machos y nos fuimos a un "table dance". Bien, lo que hoy me remite a esa noche, es que me ha pasado algo similar desde lo más sutil de mi experiencia. Sentado en la mesa viendo a las chicas bailar una pieza rápida y una lenta, quitándose la ropa poco a poco, me sentía extraño y realmente poco seducido, pero como en todas las historia llega el momento en que todo cambia, y así fue, de pronto una bailarina con experiencia, no es que yo lo sepa, es que lo sospecho, salió a escena y se convirtió en mi centro de atención. Cuando mi compañero logró notar que por fin habían despertado mi curiosidad me preguntó cómo me gustaban las chicas o qué me gustaba de ellas, lo pensé por un momento, y en un breve repaso comprendí la diferencia entre ella y las que habían salido a bailar con anterioridad. Entonces, ya iluminado, y no precisamente por los reflectores del lugar, pude responder a mi compañero de juerga, "me gustan las que me miran" le dije, creo que fue una respuesta con poco sentido para él y quizá en ese momento había muchas cosas que lograron interesarle más que mi respuesta, ante la cuál supongo no tenía nada que discutir, pues creo que esperaba la oportunidad para abrir una conversación sobre los cuerpos y sensuales movimientos de las bailarinas, pero las miradas son muchas veces devaluadas como elemento seductor en esos lugares. 
Bien, aquel momento terminó ahí y hoy me sirve de referencia para comprender algo nuevo. Recientemente, la semana pasada, fui al Distrito Federal a un taller sobre temas de mi interés, en una de las actividades se dio la ocasión de conocer a un chico de modos muy amables y mirada insistente, desde ese momento me sentí a gusto y sin embargo sabía que por la naturaleza del encuentro quizá sería sólo un momento. Hoy, gracias a las redes sociales (virtuales) he vuelto a saber de él y me regresó la grata sensación de su mirada, haciéndome pensar en todo lo que viene con el contacto. 
A mi, la mirada me seduce, porque me da existencia, la mirada es la posibilidad de existir, de ser creado y recreado más allá de mis límites, donde ni siquiera yo me puedo conocer, la mirada acaricia, celebra la vida, da lugar, la mirada nos coloca en la memoria, y en algunos casos nos lleva a ser nombrados, esa es la mirada que a mi me place, la misma que yo le doy a las estrellas aunque no sean más que un cúmulo de gases, así también al otro le doy mi mirada y cuando el otro me mira, yo me regocijo en mi existencia, en la presencia y en la posibilidad del amor, del un amor que no siempre se empareja, de un amor que no siempre es sexual, ni erótico, ni romántico, de ese amor que tan sólo se vive como la alegría de que tú existas, eso es lo que a mí me provoca la mirada, por eso cuando se me regala la recibo, porque me nutre, me dibuja, de anima. Soy en parte el reflejo de luz que al contacto de los ojos forma mi imagen en ti. 

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