sábado, 13 de octubre de 2012

Haciendo el amor


Uno de esas mañanas reflexivas, con la luz del sol deslumbrando mis ojos al conducir, me puse a pensar en esas cosas que casi cualquiera piensa un sábado de octubre… ¿Qué será más fácil de encontrar… el amor o un buen trabajo? El motivo de mi reflexión es bastante personal, aunque no dudo que muchos estemos pasando por ese dilema y algunos lo hayan resuelto ya, no sé si con arrepentimiento o con la certeza de haber tomado la decisión correcta.
Aquella cuestión me llevó a una nueva pregunta, dialéctica interminable de mí ser conmigo… ¿El amor se encuentra o se hace?, llevo 27 años y 10 meses de vida, de los cuales llevo muchas, pero muchas horas hablando con personas y el tema recurrente siempre es el amor en todas sus modalidades, amor bueno, malo, dulce, amargo, amor gris, colorido, amor rápido, lento, suave, duro, pasajero, eterno, amor deseado, presente, existente, falso, verdadero, amor con ritmo, desfasado, amor a la fuerza, amor y punto.
Parece que el amor es uno de los eternos protagonistas de la vida del ser humano, y aunque parece estar presente en nuestra vida, nuestros sueños, deseos, fantasías y anhelos, es casi un total desconocido a la hora de la verdad. Si no me creen, pregunten a la persona de junto qué es el amor, escuchen su respuesta y luego pregunten si lo vive tal como lo describe, no, al parecer el amor tiene la capacidad de cambiar de forma al pasar de nuestra mente a nuestra realidad.
Una de las cosas que creo ayuda a que el amor sea algo en nuestra mente y otra cosa en nuestra vida, es que nos han dicho que el amor se encuentra, que existe por sí mismo mágicamente muy a pesar de nosotros, y que nos está esperando (o buscando) en algún lugar, que seguro hay alguien perfecto para ti (o para mí o tu tía, tu hermana, tu primo, tu mejor amiga y puede que hasta para tu perro), y si no, ahí están los dichos populares “siempre hay un roto para un descocido” (interesante, pues roto y descocido hacen referencia a la falta que nos hace sujetos deseantes, pero es ponerme ya demasiado teórico).
El asunto es, que hoy por la mañana pensaba que aunque puede ser que encontremos más química, chispa o lo que sea con algunas personas que con otras, lo que realmente hace la diferencia es lo que decidimos a la hora de convivir. Para empezar, la idea que cada uno tiene de sí mismo y de lo que es una relación es la primera capa del sándwich; siguiendo con nuestras habilidades relacionales, comunicarme, reparar, responder, dar, pedir, recibir, darme cuenta, entre muchas más; y todo eso al doble porque en una relación somos dos (cuando somos más la cosa se pone más compleja); después y con todo el trabajo personal que podamos hacer, está el encuentro cotidiano, más allá de los primeros momentos archirrequetecontraromanticos y cursis, el día a día de una pareja o una relación es el verdadero reto, mantenernos interesados en otro, invertir, en mí, en el otro y en la relación, teniendo en cuenta que una inversión es algo de lo que por supuesto esperamos ganancias, aunque a veces no sepamos leer las cifras, por ejemplo, si yo te hago una fiesta sorpresa de tu cumpleaños mi ganancia no será quizá que tú hagas una igual para mí, la ganancia empieza cuando surge en mí la idea y soy capaz de disfrutar la emoción que te va a provocar lo que yo haré con mi esfuerzo, cada paso que doy en la planeación se convierte en un verdadero disfrute, cuándo, dónde, quién será mi cómplice, la comida, los adornos, la música; iré planeando cada detalle y eso me dará goce; cuando finalmente llegue el momento de gritar sorpresa, disfrutaré mucho viendo tu emoción, es probable que en algún momento tu mirada se cargue de gusto y amor por mí y yo reciba encantado mi ganancia; además de todo eso, puede ser que algún día tú decidas tener conmigo un detalle, aunque eso en realidad es lo de menos.
El amor se hace, y la mano de obra es nuestra, tanto tú como yo somos responsables de la relación que formemos, si yo invierto en mí, en sentirme feliz conmigo, en ser quien quiero ser y tener proyectos personales, eso me hará tener buena energía para estar contigo; lo mismo pasa del otro lado, la idea del amor de pareja es que sea el postre de la vida, un encuentro cuando ambos estamos nutridos, de tal modo que nos podamos acompañar, sin que eso implique cargar.
Cargar con otra persona es muy pesado, pensar que yo debo “hacerle feliz”, es una de las consignas imposibles de esta vida, es soberbio de mi parte pensar que yo soy el productor y generador de la felicidad del otro, y por lo tanto, nadie puede estar a cargo de mi propia felicidad.
El amor lo hacemos tanto en el momento en que tenemos un detalle para provocar la sonrisa de otro, como cuando respiramos profundo y nos cargamos de paciencia para acompañarle en su dolor. El amor lo hacemos cuando ponemos límites y permitimos entonces que el otro crezca, lo hacemos también cuando aprendemos a respetarnos y a respetar al otro, a verlo, darnos cuenta que está ahí, completo, con todo lo que es, lo que tiene y además de eso, cuando comprendemos que los seres humanos estamos en construcción, estamos aprendiendo, cuando nos aceptamos y aceptamos al otro permitimos un lugar seguro para ser uno mismo y eso, eso es amor, gozar la existencia del otro (y la propia).
Hacemos el amor cuando identificamos algo que duele o lastima y nos decidimos a experimentarlo, reconocerlo, trabajarlo. Hacemos el amor cuando nos disponemos a pagar los precios que conlleva una relación, porque las relaciones tienen precio, cuántos de nosotros nos hemos enfrentados a familias y amigos que desaprueban una relación, decidir dar su lugar a una persona implica tal vez que otras en mi vida se enojen, pero yo debo saber respetar tanto el lugar de mi pareja, como el enojo de aquel o aquella a quien no le parece. Yo puedo marcar el límite haciendo saber que si quieres enojarte está bien, yo no quiero perderte y eres importante para mí, aquí estaré y te quiero. Me quiero también y por eso me respeto.
El amor se hace de muchas maneras, básicamente reconociendo y aprendiendo, practicando, compartiendo, hacer el amor es un verbo y para vivirlo se tiene que conjugar en gerundio, porque el amor no se hace un día y se queda hecho, el amor lo estamos haciendo en cada momento, yo ahora lo hago, pensando en todas estas cosas que seguramente aportarán algo a mi relación. El amor requiere como todo, mantenimiento constante, primero cada cual de sí mismo y luego del encuentro, qué pasa cuando somos nosotros, cómo somos nosotros, qué hacemos juntos, qué no hacemos, cómo lo hacemos.
El amor vive en nuestra mente de una manera, muchos tenemos ideas de cómo debería de ser el amor, lo que no sabemos es que los encargados de darle esa forma somos nosotros mismo, yo trabajaré en mí para ser feliz y ser una buena pareja, esperando que tú (todos los tú de afuera) trabajes en ti mismo/misma para ser feliz y ser una buena pareja y así un día nos encontraremos y podremos acompañarnos sin cargarnos, amarnos sin atarnos, tocarnos sin lastimarnos y muchas cosas más. La idea de hacer el amor juntos es emprender esa aventura que es la vida y hacerlo con la posibilidad de compartir, es aprender a vivir esa experiencia diferente que es estar con otro, sin dejar de saber estar conmigo.
Yo quiero hacer el amor con alguien que se anime a invertir, quizá el encuentro deba tener de requisito básico (en mi caso particular) ese detalle, yo sólo podré hacer el amor con alguien responsable y que quiera hacer amor…

Tú, ¿Cómo haces el amor? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario