lunes, 7 de marzo de 2011

Que dulce placer encontrar una huella de ti en mi camino, que cruel la consigna de hacer silencio para no lanzar en mis palabras un dardo malhechor que rasgue tu corazón. Que acertijo tan grande es el pasado con todas sus opciones, que tortura nos han impuesto al dejar nacer la posibilidad de nada en la creación del "hubiera", pero no es cierto, nada mejor hubiera sido de lo que fue, porque lo inexistente no tiene mérito, porque aquello por lo que no se arriesgó un mortal queda olvidado en algún punto de la historia.

Trato de engañarme a veces pensando que todo era diferente, pero encuentro la respuesta en un sólo hecho, el mismo que reverbera en mi mente dándome el consuelo de lo que parece ser una verdad, y me veo ahora en otra sucursal del mismo infierno, el nivel avanzado quizá, donde la verdad no tiene lugar, donde la ley es la misma resignación y el castigo a la desobediencia consiste en repetir una y otra vez el evento aquel en que la fe dirige hacia nosotros sus ojos sin vida.

Pero no, sin importar cuántas veces me sienta esclavo de un destino no desedo, no me rendiré, porque en mi alma vive un grito tan fuerte que con la energía que produce erige una columna de fuego que consume mis adentros si pretendo no escucharlo. Nací guerrero, defensor de la belleza que sólo se da en lo auténtico, en lo verdadero, en el agua fresca que brota cuando de los labios de un hombre emerge la verdad.

Yo nací con espiritu de hierro, llevo en el alma una brillante pluma que me confiere el deber de dejar en los hombres huella de lo que es sagrado y decirles a bien por qué es sagrado. Una y otra vez he de escapar de la prisión de la mediocridad, porque he descubierto la más hermosa consigna, si exísto yo, todo es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario