martes, 21 de febrero de 2012

Transición Natural

Llegué caminando hasta el parque, era pequeño (el parque), de hecho la gente se refería a él como el "parquesito", tenia una vista maravillosa de la ciudad, se lucía a los lejos una iglesia y un conjunto de departamentos, este último muy cercano a donde yo había pasado mi vida estudiantil, miles de historias, millones de momentos, algunos recuerdos y un dejo de nostalgia. Suspiré y busqué una banca para sentarme. El sitio me negaba la vista pues al acomodarme, quedaba dando la espalda a aquella parte de mi vida. Pasé un tiempo ahí, pero me asaltaba el deseo de voltear y contemplar aquel escenario. Superando un tanto la convención social, localicé una pequeña barda donde podría sentarme y disfrutar el paisaje citadino. No sé exactamente cuánto tiempo pasó, me quedé sentado mirando la ciudad, los árboles que se colaban entre los edificios, las hojas y las ramas que se mecían con el viento suave que parecía congelarlo todo en cámara lenta, incluso a mí. Sentí primero el frío en mis manos, mis dedos se iban quedando sin color, pronto me sentí invadido por ese aire en todo el cuerpo, pies, piernas, rodillas, pecho, espalda, hasta que finalmente se congelaron mis pensamientos y mis sentimientos. Una vez inmóvil empecé a ver como me rodeaban algunas hojas pequeñas, caían sobre mi cabeza, sobre mi ropa, a mi alrededor. De pronto, sentí como las partes de mi cuerpo que hacían contacto con la superficie de la barda se iban extendiendo y abriendo paso entre el concreto para anclarse al suelo, pude sentir como encontraron tierra, suave y húmeda tierra, sentí también como empezaba a respirar por los poros de mi cara, mis brazos, pecho y espalda, el aire a su contacto se tornaba líquido en mi piel y escurría por mis venas como antes lo había hecho mi sangre. Pasaron años antes de que pudiera moverme de nuevo. Vi muchas parejas desfilar ante mi, unas más se cobijaban bajo mi sombra, fui testigo de discusiones, conquistas, reconciliaciones, engaños; leyeron a mis pies muchos libros, vi incluso algunos dibujos y poemas, tareas hechas a las carreras. En ocasiones presenciaba el dolor y las lágrimas de algunos que como yo había llegado ahí a entregar al viento una pena, pero ellos se retiraban a tiempo, antes de llegar a ser lo que yo ahora. No me arrepiento, pasé muchas horas en contemplación, aprendí a nutrirme lo esencial, supe lo que es armonizar, entonar, escuchar, ser paciente, detenerme, dejar ir, transformarme con cada ciclo de las estaciones. Tuve la oportunidad de ser hogar, refugio, compañero, consuelo, descanso, proveedor. Ahora que camino de nuevo, con el corazón sano por los años de quietud, espero a mi paso encontrar un alma que desee caminar a mi lado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario