domingo, 3 de mayo de 2015

No una historia ajena

Eran de flores las noches en su tertulia, y mientras tanto, el mausoleo de un soldado que había muerto por desobedecer la orden de matar, se llenaba de júbilo ante el beso de dos enamorados que habían escapado de una increíble prisión. Yo no puedo ser quien cuente la historia ajena de dos que cantaron bajo la luna y expusieron sus almas al sol, en definitiva no es posible que yo les diga, sin ser yo mismo, que aquel amor era inefable a tal grado que las dudas existían incluso en aquellos que no les conocían. Y lo diré insistentemente, no puedo hablar de ello si no me pertenece, pues era de colores la explosión en su pecho cuando las palabras, miradas, caricias, llegaban justo a donde el destino las había predispuesto; eran  los sonidos de sus voces cantos con la llave para abrir una historia creada de tiempo atrás, cuando aún sus vidas no estaban expresadas en la forma que hoy se viven. 
En realidad, nadie, ni yo que soy un usurpador del lugar del privilegiado amante aquel, puede saber si la luna alguna vez ha de dejar caer la luz sobre sus rostros, nadie, ni siquiera la luna misma tiene la menor idea de un futuro que puede ser más anhelado que descifrar el camino para evitar el dolor. Y aún sin saberlo, se esperan en la esquina de una calle cualquiera para tomarse de la mano y caminar los diez  pasos que la vida les permite, y cuando el tiempo se termina, cada uno corre por su cuenta al bosque del siguiente encuentro. 
Yo, que tan sólo veo tras la ventana en el interior de aquel romance, suspiro el aliento que he robado con el permiso de la que está del otro lado consumiendo mi respiración. Ella, que es poesía, aprendió a volar en las noches sin luna y viaja entre las estrellas como si fueran su tierra misma. Ella y yo, que hemos sido un canto ajeno durante siglos, metemos la cabeza bajo el agua para respirar, teniendo por agallas nada más que nuestra locura y la plena convicción de que nos hemos hecho a barro de sueños que no podían ser mutuos hasta el encuentro. 
Y el encuentro, que se da como una flor en la tormenta, como el calor de la hoguera de aquel sitio seguro y conocido, nos empuja sin el menor esfuerzo a eso que no se llama destino, que se mece en nuestras manos y escapa a los ojos de todo aquel que ha perdido la fe, nada, ni la marea embravecida, alcanza a borrar lo que ya se ha escrito. 

2 comentarios:

  1. El tiempo... ese tiempo dejará de terminarse... esos pasos se convertirán en vueltas a la luna y millones de latidos del corazón dedicados al único testigo de aquella que viaja entre las estrellas, aquel que comparte sueños, suspiros, fe, canto y agallas...

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    1. Por lo pronto, hoy hay fiesta en el bosque y el universo tiembla de júbilo por los saltos en la luna... Sabia usted que el romero transforma, purifica y llena de energía? ... Me ha pasado...

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