lunes, 2 de noviembre de 2015

El último respiro

Regresó de aquella caminata de treinta años, había puesto sus pasos en cada sitio que le habían esperado e incluso en muchos donde jamás lo pensaron. Al paso de los años había perdido muchas cosas de las que pueden tocarse y ganado unas tantas de las que nadie podía si quiera ver. Después de andar tantos zapatos, resolvió que sólo quería usar aquellos que fueran cómodos para andar, pues no sabía detenerse, el vestuario elegido era lo que le había quedado, suficiente para protegerse del frío si era necesario, y bastante suelto como para respirar y moverse con libertad, incluso podía quedarse dormido así, y nada lo lastimaría. 

Había aprendido que para sobrevivir necesitaba suficiente agua y dormir de vez en cuando, la comida solía ser algo secundario, aunque de pronto el hambre se volvía insoportable. Como se podrán imaginar, caminaba solo, todo aquel a quién había conocido, a quien había llamado hermano, madre, amigo o amor, se habían quedado en alguna parte, en el sitio que cada quien tiene que ocupar; era por eso que decir que "regresó" era realmente una ironía, nunca había vuelta, quizá anhelo, pero jamás retorno. 

Los años  parecían de pronto tantos y tan pocos, las vidas que pasó quedaban lejanas y a veces daban la impresión de que estaban ocupadas por personas totalmente diferentes, cómo comparar al infante que canta montado sobre una bicicleta creyendo que un Gran Danés es un monstruo, con el adolescente preocupado por el sonido de sus pantalones a la hora de planear el escape, y con el joven que podía recorrer las madrugadas acompañado de un perro callejero que ni siquiera quería comida, tantas vidas había vivido, tantas que podía sentarse los siguientes treinta años a contar historias sobre todas esas aventuras, y sin embargo, una de las lecciones que quedaban por aprender, era el silencio. 

De entre tantas contradicciones sacaba por conclusión su siguiente paso, así que acercó un banco que le recordaba al que tenía su abuela, ese en el que pasaba las tardes pensando que el cielo era en realidad la pared del estómago de una ballena, y emprendió la misión que seguía, hilo a hilo tejería con sus propias manos la piel que debía portar para ser amado. Punto por punto marcaría los cortes y costuras exactos como lo aprendió en su andar, sin importar cuánto le tomara, estaba decidido a dejar de ser para entonces ser, convencido de que valía la pena, quizá era ya bastante grande para seguir teniendo amigos imaginarios y sueños imposibles. En su cabeza resonaba su último deseo, "dormiré un día y al despertar seré aquel, vestiré su ropa hasta que se encarne en mi piel, usaré su nombre hasta olvidar el mío y cambiaré la mirada de mis ojos hasta que un alma nueva me habite, perderé la curva de mi espalda y el hábito de olerlo todo, sumaré a mi voz el tono que de mí se espera y mi respiración sólo tan profunda como sea necesario, renunciaré al escalofrío que me recorre cuando me aborda un sentimiento y no volveré jamás a sentir como mi pecho estalla, conseguiré esa anestesia con la que es posible andar como vivo y los lentes que reducen la posibilidad de identificar tantos colores. Jamás vestiré de amarillo, ni volveré a correr en los pasillos de las plazas, cambiaré la guerra de comida por una reservación en algún sitio donde sirvan buen vino, no pintaré las paredes, ni jugaré a ser una pantera cuando estoy en el sofá, no andaré por las calles alucinando que tengo algún súper poder, ni lloraré las noches de luna pensando en aquellos lobos que tuvieron que volverse hombres. Reservaré la poesía como un tema de cultura y la música no hallará más el camino hasta mi alma, no buscaré formas en todo tipo de manchas, ni lloraré cuando muera una ilusión". 

El sueño de todo  hombre es el de ser amado, el amor se convierte en la paradoja más grande de la vida pues somos capaces de arrancarnos la piel y el alma a pedazos para lograrlo, siendo que la esencia del amor está en la posibilidad de que un otro disfrute de nuestra existencia tal cual es, se goce en la posibilidad de nuestra vida, y en la libertad del amor, ser y nada más. Y sin embargo, vamos por la vida mutilados por el deseo de cubrir las expectativas, sin saber que le apostamos al imposible más grande de la historia, satisfacer el deseo humano. Veamos si no, lo que hacemos con el mundo, no importa cuando bello y perfecto sea, cuan generoso con todo lo que nos ofrece, no interesa, no es lo que pensamos que sería, no es como debe ser, no es como nos gustaría, no es lo mejor para nosotros, simplemente no es. Así vamos por la vida, queriendo ser lo que no somos, para vivir la fantasía de quedarnos y de que alguien por fin se quede, así es como renunciamos a la única posibilidad de experimentar el amor, pues amor con amor se paga, y no para conjugar el verbo amar, sino para entregar la única oportunidad de experimentar el amor, sacrificamos al único que puede darlo y recibirlo, uno mismo, yo mismo, tú mismo, así, tal cual somos, porque juntos hemos construido un mundo del que ya no podemos escapar. 

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