viernes, 13 de enero de 2012

La muerte de una ilusión

El río de mi alma suena cuando agua de verdad corre por mis venas. Quizá la única forma en que el río deje de sonar es que termine por secarse, pero la falta de agua nos remite a la falta de vida y la muerte duele, asusta, cansa. El intento de morir agota, estar parado junto a la cama del moribundo amor con las paletas en mano y lágrimas en los ojos, ver una y otra vez como el aire no basta... Inyectar una dosis de sonrisas que lo hagan parecer vivo mientras la pasión padece en lo más profundo. Respira con una maquina artificial que nos hace saber que al retirarla un último latido escucharemos, uno que quizá parezca eterno. Mientras tanto agoniza en silencio desde sus gritos ahogado que se ignoran para pretender que se evita el dolor. Por días esto es verdad, otra veces parece llegar la hora de salir.
Sentado en la sala de espera, con la mente en blanco, sintiendo las manos vacías y la piel seca, un sorbo de agua no basta para quitar la sed. La mirada clavada en el suelo y los oídos cerrados que aprendieron a ignorar el barullo de aquel lugar frío que suele sentirse oscuro a pesar de toda la luz que entra, ahí llora un alma la muerte de una ilusión.

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