miércoles, 29 de junio de 2011

Derramar emoción

El problema de escribir es que por las yemas de los dedos se me escapan unas curiosas gotitas de viscosa textura y color tornasol, van poco a poco embarrando el teclado hasta dejarlo totalmente pegajoso. Se dibujan en sus marcas rostros y figuras que hablan de mi vida, pero más que contar una historia, más que describir hechos, se puede ver en sus formas y colores la emoción materializada, vez un enojo tal cual fue, una alegria pintada de amarillo con destelloz de verde chillón, vez un frio azul de una nostalgia pasajera, un recuerdo breve de la lágrima que liquidamente me hablaba de un sentir.

Poco a poco se va pintando el cuadro de mi vida, se va moviendo con cierto encanto la viscosa sustancia, va reacomodando y resignificando las experiencias, va dandole sentido a mi existencia, va llenando todo el cuarto con su olor, sus colores, sus indescriptibles formas, todo pleno de emoción, más que un arco iris, más que una cascada, más que una pintura, la esencia del arte, la emoción y algunos sentimientos añejados, otros nuevos, nacientes, otros aparentemente perpetuos, unos mas, confundidos con pensamiento.

Así sería si la piel no fuese esa ventana, a veces bastante gruesa que detiene el flujo de lo que nos sucede detro, ese límite que marca la intimidad, lo privado; aun así vamos dejando gotas de nosotros por todas partes, dentro incluso de las ventanas de los demás, permeando la piel de otros y dejandonos penetrar por emociones ajenas.

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