jueves, 30 de junio de 2011

Soñé con un árbol

Bajo la sombra de un árbol se encuentra un soñante, uno de esos hombres que leen cualquier libro porque entienden la vida y saben que el tiempo es tan sólo para eso, para sentarse a leer cualquier buen libro a la sombra de un árbol. Su libro tenía 267 páginas y se encontraba en la número 92, sin prisa repetía aquellos párrafos que por cualquier distracción escapaban a su comprensión. Eran las 6 de la tarde, una tarde de esas en que los grandes árboles dan una apropiada sombra y dejan pasar la necesaria luz para leer un buen libro. Sentado ahí, sin esperar nada, sin más deseo que disfrutar esa maravillosa tarde, ahí lo alcanzaría su destino.

A paso lento se acerca una mujer, bella, radiante, de apacible sonrisa y con una energía que se expresaba aun sobre su calmo caminar, al llegar al árbol se sentó al otro lado del soñante, éste sintió su presencia y de inmediato levantó la mirada, aun sin dirigirla hacia donde se encontraba ella, esperó tan sólo un par de segundos y justo a tiempo, ni antes ni después, en el momento preciso, sonó su voz...

 Te he soñado toda mi vida, justo así mi bello soñante, reconozco tu nombre porque yo te cree para mí, pinte tus manos en mis sueños, y hoy estas aquí, sé que tú también sabes mi nombre, porque me has creado, yo soy tuya y no he podido ser de nadie más, pues siempre te he esperado, te he necesitado, porque mi alma siempre canta para ti. Te he imaginado muchas noches mientras miras la lluvia a través de tu ventana, y soñé con éste árbol, con nuestro encuentro, con el final de nuestra búsqueda. Sé que pasaremos toda la vida juntos porque con amor nos dimos la existencia.

No hubo nada más qué decir, tampoco hubo un beso, no se casaron dos meses después, pero eso si, fueron felices, caminaron de la mano muchos caminos, hablaron muchas palabras, vieron juntos muchos paisajes, se regalaron incontables caricias, se contaron todos los secretos, se cantaron muchas canciones y por las noches bailaban juntos alguna melodía, abrieron su corazón y fueron bien recibidos... aun se sientan a la sombra de los árboles a leer buenos libros, se sonrien cada mañana y se miran con el alma.

Una historia con esa no puede tener final, como lo dice el poema, algun día, "polvo serán, más polvo enamorado".

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