lunes, 13 de junio de 2011

Una historia real y profundamente personal

Esto que voy a contarles es muy íntimo y jamás se lo he dicho a nadie, es algo que perturba mi alma de sobremanera y muchas noches me ha hecho despertar repitiendo una y otra vez aquel pasaje de mi vida, una historia por completo real.

Un día, uno de esos días que nada por hacer nos espera, desperté muy temprano pensando en las posibilidades de no ser yo mismo, qué pasaría si un día abriera los ojos y estuviese en otro lugar, un sitio además de nuevo, desconocido, con una piel desconocida y cabello desconocido, yo frente a mi como alguien que no conozco. Esa idea inundaba mi mente cuando el sonido y el olor que auniciaba la hora de comer me hizo saltar de la cama moviendo la cola, si, tal cual lo han leído, movía mi cola como desesperado pues mi organismo solía ser muy exigente y necesitaba comer ya, no lo comprendía, de mi ¿boca? sólo salían gruñidos y jadeos, y todo a mi alrededor se veía más alto de lo normal. Señores, poco a poco y con el cerebro de un Coker Spaniel comprendí que aquel complejo pensamiento no era más que una absurda realidad, pensé que de ahí en adelante pasaría mis días viviendo como perro, y la verdad es que no parecía mal, excepto porque no recordaba dónde hacer del baño y entonces recibí algunas reprimendas hasta que identifiqué el sitio adecuado, también tuve algunos problemas por mordisquear objetos que no eran de mi propiedad, pero es que bueno, nadie los había marcado y estaban muy al alcance de mis patas.

Dos semanas viví la experiencia de un cerebro dividido, víctima de mis instintos despiertos mucho más que antes por un poderoso sentido del olfato, y con ratos de humana lucidéz que me llevó a pensar qué sería del pobre perro que estaba habitando mi cuerpo, las cosas que tendría qué hacer, de seguro estaba harto de tener que levantarse, ir a trabajar y lo que sería para él tener que bañarse todos los días, y luego no comprender el sentido de muchas de las cosas que de seguro le estaban exigiendo, me sentí en ventaja con respecto a mi pobre amigo.

Otra opción era que hubiese habido una especie de canasta de frutas universal (ya saben, el juego donde todos cambian de lugar) y mi cuerpo fuera habitado por un rinoceronte y el cuerpo de éste por una mariposa, que sensación tan extraña debieron experimentar. No sé exactamente lo que sucedió, pero fueron dos de las mejores semanas de mi vida, sólo podía compararlas con la gloria de mi infancia. Para mi mala fortuna, así como llegó se fue y heme aquí con pulgares y todo compartiendo por primera vez mi experiencia con ustedes, quizá alguno más se anime a confesar que también le sucedió.

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